En lo alto de la serranía atlanticense se abre paso el municipio de Tubará, epicentro de cultura ancestral y tierra de herencia indígena Mokaná.
Rodeada de una selva tropical y ubicada en lo más alto de una montaña está Tubará, un destino Caribe que habla de su biodiveridad, tradiciones y de la calidad de su gente, que, en este punto geográfico guarda relación con la población indígena Mokaná, quienes habitaron el departamento del Atlántico.
Llegar a él significa caminar en cerros y dar vueltas entre calles que en su estructura te va llevando de un punto a otro sin darte cuenta; pero primero debes tomar el bus de Tubará en todo el centro histórico de Barranquilla o si prefieres, puedes ir en un carro o aventurarte a tomar una moto, esta última, mi elegida.
Confieso que el camino hacia nuestro encuentro resultó ser fascinante. No dejas de maravillarte por todos los tipos de verdes que puedes diferenciar entre tanta vegetación y que, de un momento a otro se confunde con el azul del cielo y de vez en cuando, se mezcla con el turquesa de sus balnearios. Paisajes que contrastan, ¿verdad?
En una de las tantas colinas que adornan al municipio y precedido por un camino de piedras, se alza imponente el Templo de San José de Tubará.
Santuario que en épocas de la colonia fue una capilla doctrinera de bareque y paja, donde San Luis Beltrán ofició como fraile de las comunidades indígenas Mokaná de la zona y que es hoy, un templo que guarda en el retablo del altar mayor una joya colonial de estilo barroco, que, según la tradición oral del municipio, fue donada por el Conde de Pestagua.
Y justo al frente, la Plaza de la Madre. Espacio que guarda en su regazo la identidad indígena, pues su piso lleva tatuado un estampado que hacen referencia a la naturaleza, lo étnico y lo mokaná del municipio, al lado de un mural.
Vuelvo y retomo. No les miento cuando les digo que mientras caminas, sin darte cuenta apareces en una calle y luego en otra, como si sus aceras guardaran una especie de embrujo que por momentos te acerca a tu destino.
Caminado al lado de Nacho, tubareño que fue, por el día, mi guía turístico, aparecimos en la Casa Artesano donde María Antonia Martínez o como le dicen, Doña Toñita. Allí encuentra lo ancestral de las artesanías nacientes del Totumo.
Y es que, de acuerdo a la investigación ‘Tubará, herencia de un mundo ancestral’ liderada por Marcela Manotas Ruedas para la Pontificia Universidad Javeriana en el 2009, se dice que las totumas (Piezas de artes tomadas para la culinaria), se crearon como respuesta a la necesidad de un recipiente para contener el alimento y consumirlo.
“Aquí se observa el aprovechamiento del totumo, fruto de un árbol con el mismo nombre, cuya pulpa es utilizada como alimento para el ganado y gallinas en épocas de sequía y para la elaboración artesanal de jarabes medicinales. A estos se les tallaban imágenes de dioses, y jefes ancestrales, llenando de significado un objeto”. Práctica que aún sigue vigente.
Sus senderos resultan agotadores, sin embargo, caminar cuesta arriba es lo único que asegura ver un atardecer de ensueño desde el Parque Mirador de Tubará, uno de los puntos más alto del municipio.
Posición privilegiada que ofrece ver la puesta del sol desde una vista que guarda en 360 grados la belleza natural del departamento Atlántico; desde allí se puede disfrutar del paisaje de la Sierra Nevada de Santa Marta, de Barranquilla, Galapa e incluso Puerto Colombia; pero si quieres ver un poco más, debes subir y llegar a hasta los Kioskos, lugar donde consigues ver sus playas, balnearios que enamoran aun en la distancia.
Allí, Playa Tubará, Puerto Velero, Puerto Caimán, Caño Dulce y Playa Mendoza resultan ser la musa que atrae a cientos de turistas a tierras ancestrales.