A propósito del Día Internacional de la Juventud, REGIÓNCARIBE.ORG recoge tres historias de tres jóvenes que, desde Barranquilla, tuvieron ideas que buscan cambiar el mundo.
El dron de carga de José Otero y Maxdrone. Foto: @maxdrone.co
I. José Alejandro y el dron de icopor
Cuando tenía 18 años, a José Alejandro Otero lo secuestraron en Caracas, su ciudad natal. No era la primera vez, pero sí sería la última. Una vez recuperó su libertad a cambio de dinero, él y su familia se vinieron para Barranquilla.
De Venezuela trajo su afición por los drones. Un día vio en una revista un artículo sobre el pilotaje de estos equipos y quedó tan maravillado, que le rogó a su mamá que le prestara dinero para comprar uno.
“Trabajo haciendo fotos en bodas o en eventos. Te lo pago como sea”, fue lo que le dijo.
Tenía entonces 14 años; ahora tiene 23, estudia Negocios Internacionales y, además de pilotear drones, los crea.
En 2020, junto con un equipo multidisciplinar de Maxdrone, su propia empresa, inventó un dron con materiales de bajo costo, como icopor y PVC, destinado a transportar medicamentos durante la pandemia en favor de personas y familias aisladas por el contagio. El dron de carga, llamado Bay-Max, soporta una carga máxima de dos kilos, su límite de altura es de 150 metros y puede recorrer una distancia de 750 metros.
En abril de este año, José Alejandro y Maxdrone se aliaron con Habib Droguerías, Sinergia y Logística y la CUC y fueron seleccionados por la convocatoria de COLinnova para optar por una financiación de hasta 350 millones de pesos para el desarrollo de su proyecto de entrega de medicinas con drones.
Afirma: “Estamos determinados a proceder con su fabricación en serie”.
II. Alberto y la luz del río
Muy pocos colombianos pueden decir que tienen la Medalla Internacional a la Creatividad otorgada por la Organización Mundial para la Protección Intelectual. Alberto Moros, barranquillero, ingeniero eléctrico de 23 años, puede decirlo, pero también puede decir otras cosas.
Puede decir, por ejemplo, que en durante el último año de colegio, a los 16 años, creó su primer invento: una turbina eléctrica para producir y recolectar energía, diseñada para funcionar en el río Magdalena. Llevó en invento al Premio Nacional al Inventor Colombiano de 2014, donde quedó en segundo lugar.
En 2016 envió 5 inventos al Premio y obtuvo el primer y segundo puesto al mismo tiempo.
El primer puesto lo obtuvo con una turbina flotante similar a la anterior, pero adaptada a cualquier tipo de río y acoplada a un microsistema que produce energía a partir del viento y del sol. Es un sistema híbrido de energía renovable que genera cinco kilowatts y les daría luz a unas cuatro casas. Este invento se construyó a gran escala y se probó en una finca a las afueras del Atlántico.
El segundo premio fue por un pavimento que transforma las vibraciones de los vehículos de carretera en electricidad para iluminar las vías públicas. Alberto calcula que en tramos de la carrera 51B de Barranquilla, por donde circula un promedio de 2600 carros diariamente, el invento daría 1200 watts de energía por cuatro horas a 10 lámparas LED de iluminación vial.
En el 2017 volvió a participar y volvió a llevarse el primer y segundo lugar. El invento ganador fue un reactor químico que genera campos magnéticos para acelerar las reacciones en los procesos catalíticos. Este invento les serviría a industrias como la farmacéutica y petrolera para hacer más efectiva la producción comercial de enzimas y alcoholes.
En 2018 y 2019 se presentó otra vez y, como de costumbre, quedó en el podio de ganadores: segundo y tercer puesto, respectivamente.
Alberto ha expuesto en países como Eslovenia y Francia su proyecto sobre generación de energías, que es descrito como un Sistema Hibrido de energía renovable que mezcla los beneficios de la energía solar, eólica y microhidráulica o flotante.
III. Orlando, José y la niña que hace magia
Ura no solo quiere cambiar el mundo. Más aún: quiere salvarlo. Para eso, debe hacer magia, la cual consigue a través del toque de unos instrumentos musicales.
El videojuego, que está inspirado en la región Caribe, sus paisajes, sus personajes y su música, lo ideó Orlando Almario, artista plástico y desarrollador web de 27 años; José Angulo, diseñador de sonidos y exprofesor que cuenta 31, lo musicaliza.
La propuesta de este par de jóvenes barranquilleros toma su nombre de la protagonista, “Ura”: una niña afrodescendiente, vestida de cumbiambera, que explora las aldeas del Caribe, donde se cruza con personajes como los Diablos Arlequines, los Gaiteros de San Jacinto o los pescadores del río Magdalena.
Los escenarios de “Ura” están inspirados en lugares de la región: hay una aldea que está basada en Santa Marta, Barranquilla y Cartagena; otra, en el desierto de La Guajira; otra, en las sabanas de Montería. Para crear la música del videojuego usaron instrumentos autóctonos como tambores, gaitas, maracas y acordeón, que es el instrumento que toca la protagonista.
El juego, que se encuentra en etapa de desarrollo desde diciembre de 2020, será lanzado, si todo sale bien, a finales de 2021.
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