Región Caribe ORG trae tres historias de mujeres guerreras que se enfrentaron a un diagnóstico difícil como lo es el cáncer de mama. Pese a que son historias distintas todas tienen algo en común: las ganas de salir adelante y el amor a la vida.
Cualquier enfermedad da miedo. El escuchar de la boca de un médico que algún tipo de ‘bicho’ raro poco a poco está creciendo dentro de nosotros debe ser una de las peores sensaciones que alguna persona pueda experimentar. Los sentimientos de angustia, desconcierto, soledad e incluso enfado invaden la mente y el corazón de cualquiera que reciba un diagnóstico desalentador, pues, ¿a quién le gusta enfermar o que algún familiar enferme?, exacto, a nadie. Pero sucede.
Aunque sea triste, las enfermedades son una realidad y cada día millones de personas alrededor del mundo deben afrontarlas. Hay de distintos tipos, en distintas partes del cuerpo y por supuesto, con distinto nombre; sin embargo, hay una que es de las más temidas, esa que nadie quiere escuchar y mucho menos mencionar: el cáncer.
Según la Organización Mundial de la Salud el cáncer es la enfermedad que más defunciones causa año tras año alrededor del mundo. Tan solo en el en 2020 se atribuyeron a esta enfermedad casi 10 millones de fallecimientos; es decir, casi una de cada seis de las que se registran.
La entidad afirmó también en el último estudio realizado, que el cáncer de mama es el tipo de cáncer más común y el que a más personas les ha dado alrededor del mundo, la mayoría mujeres. Para el 2020 hubo un total de 2,26 millones de casos de cáncer de mama (sin contar los que no se reportan o están en lugares inaccesibles para la OMS, por ejemplo, Corea del Norte).
Respecto a Colombia, según los últimos datos suministrados por Globocan, para el año 2020 fueron reportados cerca de 15 mil 509 nuevos casos de cáncer de mama. En ese mismo lapso de tiempo, más de 4 mil 411 mujeres perdieron la vida debido a esta enfermedad.
Por lo anterior es por lo que cada persona que recibe este diagnóstico suele pensar lo peor; sin embargo, esta enfermedad no siempre es sinónimo de muerte, pues es posible tratarla siempre y cuando se detecte a tiempo.
En honor a todas las personas que han tenido que estar relacionadas de algún modo con este diagnóstico y teniendo en cuenta que estamos en el mes rosa, Región Caribe ORG trae hoy tres historias de mujeres guerreras que se enfrentaron a esta enfermedad y que, pese a que son historias distintas todas tienen algo en común: las ganas de salir adelante y el amor a la vida.
Luché y gané
“Todo comenzó un día que yo me estaba bañando. No solía tocarme mucho o revisarme, yo era profesora en ese entonces de un jardín infantil y madre de un niño de 11 años, por lo que mi vida era rápida. Mis baños siempre eran de cinco minutos y mi horario para comer de 15. Mi familia y mi trabajo absorbían mis tiempos y energías, pero yo era feliz pese a mi rutina.
Ese día bañándome decidí tomarme un poco más de calma. Estaba lloviendo y aproveché para exfoliarme, no olvido ese detalle ya que el exfoliante había sido un regalo de mi hermana días atrás y esa mañana decidí estrenarlo. Lo esparcí por todo mi cuerpo, y al llegar a mis senos pensé que no era necesario aplicarme allí, pero luego pensé que ahí también había piel y que debía exfoliarla. Fue entonces cuando restregando fuerte con la yema de los dedos sentí algo raro. Al principio no quería reconocerlo. Intenté ignorarlo, pero ya era imposible, pues al sentirla inmediatamente me quedé muda y retiré mi mano, pero volví a tocar.
No se veía nada, solo se sentía si lo presionaba y me dolía un poco. Decidí callarme, no quise asustarme y seguí ese día mi rutina como si nada; sin embargo, algo dentro de mí me dijo que era mejor afrontarlo y saber de una vez por todas de que se trataba.
Le comenté a mi hermana y ella inmediatamente me obligo a sacar una cita médica y ella misma me acompañó. Al llegar me mandaron estudios y una biopsia la cual reveló lo que yo tanto temía y jamás en mi vida imaginé llegar a tener: era cáncer de mama.
Yo tenía 34 años, una familia y una carrera por delante. Sentía que mi vida se venía abajo. Pensé en mi hijo, en mi esposo, en mi carrera y en todo lo que podría perderme. Lloré, lloré mucho, fueron noches enteras pensando en que sería de mi niño si yo le faltara, pensé en mi madre quien se encontraba sola, pues mi papá había fallecido un año atrás. Todo en mi vida oscureció.
No obstante, no estaba dispuesta a rendirme, mis médicos fueron ángeles desde el primer momento, siempre me apoyaron y se encargaron de darme todo el apoyo posible. Incluso el psicológico. Luché, fueron días, meses y años luchando. Duré dos años en tratamiento con quimioterapias, me hicieron algunas intravenosas y luego fueron pastillas. Gracias a Dios lo logré, lo superé y salí adelante, pero no hubiese sido posible sin el apoyo de mi familia, amigos y el personal médico que me apoyó. Tampoco hubiese sido posible si yo hubiera decidido ignorar aquella bolita y seguir como si nada.
Hoy, después de 17 años de aquel episodio en mi vida puedo decirles a las mujeres que si se puede salir adelante de este terrible diagnóstico, pero que se toquen, que se atiendan, que no se queden calladas. Yo soy una sobreviviente del cáncer de mama y desearía que todas las mujeres en el mundo que atraviesan esta enfermedad puedan superarla, porque sin lugar a dudas yo sé perfectamente lo que se siente ser diagnosticado con algo de esta magnitud”.
El anterior fue el relato de Heidy Pacheco, una mujer guerrera que luchó y logró vencer esta enfermedad y quien en un acto de valentía decidió abrir su corazón a los micrófonos de este medio de comunicación.
En la guerra
“A mí no me da miedo. Yo siempre he sabido que de algo nos tenemos que morir; sin embargo, no es fácil. Yo tengo 47 años y llevo 10 años de mi vida teniendo cáncer de mama. Así como lo oyen.
Todo comenzó en un chequeo de rutina, venía ya varios días con una secreción que salía por mis pezones, era incolora e inodora y no era mucha cantidad. Al principio pensé que era sudor, pero luego se me hacía raro ya que no sudaba en ningún otro lado del cuerpo así que asistí a un chequeo. Allí me enviaron los exámenes pertinentes y el diagnóstico fue el que ya se imaginan: cáncer de mama.
No te niego que al principio fue ‘shockeante’, siempre fui muy saludable, pero tenía mucho sobrepeso y honestamente poco me ejercitaba; no obstante, desde el principio decidí afrontar mi enfermedad con valentía y con la cabeza en alto. Tenía ya dos hijos en ese entonces y no quería derrumbarme ante sus ojos, por eso enseguida afronté la decisión.
No diré que no lloré, porque si lo hice, pero las veces que lloré fue cuando nadie más estaba allí para verme, porque si, es horrible recibir el diagnostico de cualquier enfermedad, pero según mi experiencia es mucho más horrible ver como otros comienzan a compadecerse de ti, a mí personalmente los comentarios de los demás me hacían sentir que mi vida se estaba acabando, aunque siempre supe que a veces decían las cosas por mera ignorancia.
Otra cosa dura del diagnóstico es ver a nuestra familia sufrir, a nuestros hijos o a nuestros padres, pues como seres humanos hacemos todo por ellos, respiramos por ellos y verlos sufrir en ocasiones es más doloroso que la misma enfermedad.
En fin, mi proceso fue largo, duré cuatro años con quimioterapia y mi tumor se redujo, pero nunca se fue. He durado temporadas en los que no tengo tratamiento y vivo normal, hasta se me olvida que tengo esto, pero luego decaigo y debo volver a las pastillas o a veces incluso a la quimioterapia intravenosa. Me operaron también, pero de todas formas sigo en tratamiento ya que no pudieron eliminar el cáncer por completo.
Mis médicos no me dan un diagnóstico fatal por ahora, estoy estable y tomando pastillas ahora mismo. Sigo enfrentando esta enfermedad que solo quien la vive la entiende, como todo. Pero tengo fe en que las cosas siempre pasan como tienen que pasar y que el tiempo de Dios es perfecto”.
Elena Vergara regaló a los lectores de Región Caribe ORG su historia, la cual demuestra que sin lugar a dudas hay personas en el mundo que se ponen una capa de superhéroe y nos demuestran que el amor por la familia muchas veces puede hacer que alguien cruce océanos enteros y venza mil batallas.
Luchadora por siempre
“Mi mamá fue la mejor. La recuerdo tan bonita preparándome a mi y a mi hermana para ir a estudiar. Nos peinaba igual y solía repetirnos que solo nos teníamos la una a la otra.
Solo vivíamos las tres y mi abuelo, pero él casi nunca estaba en casa. Mi mamá trabajaba desde muy temprano y se encargaba de llevarnos a mi hermana y a mí al colegio en donde la esperábamos en ocasiones hasta dos horas después de la salida que ella podía desocuparse y recogernos. Siempre fue una guerrera, desde que lo recuerdo.
Mi papá nunca se hizo cargo, fue un hombre que tuvo muchos problemas en su vida y mi mamá prefirió darnos estabilidad que un papá, por eso desde muy pequeñas nos fuimos las tres y desde entonces mi mamá comenzó a luchar para darnos todo a nosotras, que para ese entonces aún no entendíamos nada de la vida.
Recuerdo que cuando cumplí 15 años mi mamá me celebró mi cumpleaños con una fiesta con mis amigos, no fue algo muy extravagante, pero yo estaba feliz ya que ese era mi deseo de cumpleaños. Me compró un hermoso vestido y otro para mi hermana e incluso bailamos el vals. Al día siguiente de eso, mi madre se desmayó.
Yo no sabía nada, pero mi hermana sí. Ella es dos años mayor que yo y fue ella quien me explicó el motivo del desmayo de nuestra mamá, ese día me enteré que mi mamá llevaba ya un año en quimioterapias por cáncer de mama y que por el esfuerzo del día anterior sus defensas se habían bajado y causó su desmayo.
Me sentí muy triste y desilusionada con ella, sentí que me mintió y que me ocultó algo muy importante. Me resentí por algunos días hasta que ella entró a mi cuarto y me confesó que me ocultó su enfermedad porque no quería que yo sufriera, de hecho, me explicó que a mi hermana también se la quiso ocultar pero que no pudo ya que mi hermana la escuchó hablando con mi abuelo.
Ese día lloré como nunca, me di cuenta de que mi mamá nos quería tanto que estaba dispuesta a padecer su enfermedad en silencio y soledad, por eso de verdad me alegra poder haberme enterado y que eso no fuese así.
A partir de ahí la acompañamos a todo, no había sesión de quimio a la que mi hermana y yo no fuéramos, a veces juntas, a veces cada una por aparte, pero mamá nunca más volvió a ir sola.
Mi mami luchó, luchó como nadie. Le quitaron sus senos, primero el derecho y luego el izquierdo, le hicieron decenas de tratamientos y prendí cientos de velas a Dios, a la virgen y a todos los ángeles. Ya no sabía a quien más pedirle, le pedí a los astros y al universo, le pedía por ella, por su vida, porque no se fuera, porque no me dejara, pero la vida es incierta y a veces las mejores personas son las que más rápido deben ir a estar al lado de Dios.
El 7 de septiembre del año 2014 mi mami se fue, se fue por más que luchó con todas sus ganas, se fue, aunque era una mujer maravillosa, llena de virtudes y amor por el prójimo. Nunca conocí y creo que no conoceré a alguien como ella, alguien que me ame tanto y que sea tan buena. Mi mamá fue todo para mi hermana y para mí y aunque fue muy difícil aceptar su partida hoy lloro de felicidad al saber que ella fue mi mamá, que mi mamá fue alguien tan valiente y que luchó incansablemente para quedarse a nuestro lado.
En este mes rosa le mando un abrazo a todas las mujeres que pasan o pasaron por esta situación, sé lo duro que es. Le mando un beso y un abrazo al cielo a mi madre que desde allá me cuida, que en paz siga descansando mi hermoso ángel”.
Esa fue la historia de Rosa Pérez, la madre de Luz Esther Martínez Pérez quien perdió a su madre tras atravesar por esta enfermedad.
Son este tipo de relatos los que nos hacen darnos cuenta de cuan corta puede ser la vida y de que es necesario aprovechar el tiempo que tenemos, procurando siempre hacer las cosas bien. Desde este medio de comunicación enviamos fuerzas y aliento a todas esas personas que deben luchar contra diagnósticos que suelen ser devastadores para todo un núcleo familiar.
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