Fotografía: Carlos Parra Ríos
Sin duda, todo el Amazonas está cubierto por un velo exótico que hace sentir a cuerpo y alma, la corazonada de estar en un lugar lleno de una magia ancestral, que lo convierte en un mundo paradisíaco, donde todo es único, bello y extraño al mismo tiempo. Una suerte de paraíso perdido del que no hemos sido expulsados por completo, donde si bien el paso del hombre blanco, la contaminación y la explotación, junto con otros fenómenos correspondientes al obrar occidental, han hecho mella en esta bella jungla y las poblaciones indígenas que la habitan, no han logrado por entero que los humildes habitantes de esta región, sus verdaderos hijos, dejen morir las tradiciones y costumbres que han dado vida e identidad a su pueblo, a su selva.
Todo en el Amazonas se hace bajo el imperativo que impone la selva, es ella quien manda. No solo de ella provienen las plantas y animales que nutren a las tribus que en ella habitan, sino también el río que los baña -el más largo del mundo- y que dio inicio a la estirpe Tikuna, que en su lengua significa “de piel negra”, razón por la cual entre sus festejos y rituales está incluido el de pintarse de negro.
La selva y sus dioses, de los que ellos hacen parte -pues tal como su cosmovisión lo indica “el mundo es un todo con todos- los protegen y les brindan a través de los elementos todo lo que necesitan. El único deber de ellos como hombres e hijos de la selva, es cuidarla y organizarse entre hermanos, como tribu.
Fotografía: Carlos Parra Ríos
ORIGEN Y CLASIFICACIÓN SOCIAL
Los Tikunas han desarrollado una clasificación social de la que dependen las actividades cotidianas, que a su vez condicionan todo lo relacionado con su política, moral, cultura y economía. Este pueblo indígena es sabio y consecuente a la hora de encontrar en la comparación con la fauna que le rodea, el mejor ejemplo de cómo la naturaleza divide los roles de sus habitantes dependiendo de sus facultades y características, particularidades que ellos han adoptado como una suerte de totemismo o simbolismo que les da un lugar y una posición en el entramado social, a partir del animal que los identifique y que además será el emblema que represente al clan al que han de pertenecer.
Los animales que conforman ese conjunto de arquetipos que los diferencia entre clanes, son tanto terrestres como aéreos; los Tikuna no suelen representarse con animales provenientes del agua, debido a que tienen la creencia de que en un comienzo fueron criaturas del río, que llegaron a la tierra gracias a la misericordiosa astucia de un dios que los pescó y los trajo a suelo firme para convertirlos en hombres y mujeres, en Tikunas.
Fotografía: Carlos Parra Ríos
Su mitología rica y pintoresca, cuenta que todos ellos son el fruto de un génesis en el que varios dioses se unieron y con ayuda de la selva crearon a los hombres. A su vez, dieron a estas nuevas criaturas, cualidades y habilidades, tradiciones y mandamientos, amor y su inseparable compañía, pues los dioses habitan en cada animal, cada planta; son la hormiga más pequeña; son el inmenso amazonas; son cada sonido de la noche hermosa y siniestra; son todo aquello que significa vida, y solo vida, porque para ellos la muerte es incluso otra forma en la cual todos han de vivir.
Fotografía: Carlos Parra Ríos
Nadie puede pertenecer a la tribu sin hacer parte de un clan, al que ingresarán dependiendo de sus rasgos físicos y de personalidad, que ellos denominan “esencias”, y que corresponden a la naturaleza de cada individuo y su función dentro del universo. La esencia determinará el conocimiento con el cual han de adaptarse y cumplir un rol específico dentro de su comunidad. Es necesario que estas comunidades estén conformadas por distintos clanes, ya que entre integrantes del mismo clan no pueden llevar a cabo ciertas tareas, por ejemplo: cazar, pescar, o lo más importante, casarse.
LAS TRIBUS
Los integrantes del clan Tigre -conocidos por ser individuos alegres, fuertes, agresivos y dominantes cuando tienen que serlo, y sobre todo, amantes de andar en la selva- son la representación perfecta del óptimo cazador y guerrero; si bien, hace decenios no tienen enfrentamientos con otras tribus, son quienes tienen la función de defender a su comunidad ante cualquier amenaza.
Fotografía: Carlos Parra Ríos
El clan Cascabel está conformado por personas trabajadoras, ágiles, amables con la gente y aficionados a la pesca; son ellos quienes mejor conocen a los animales, hasta el punto de representarlos en su diario vivir y llegar incluso a transformase en ellos en un plano astral, a través de sus rituales religiosos, que han resistido la coerción de otras comunidades religiosas cuyas creencias se alejan de sus historias.
Uno de los mitos –cuenta en 1952 Curt Nimuendaju, antropólogo germano-brasileño que se interesó por esta población– narra cómo se llevó a cabo el inicio de la separación clánica:
“Pero Yo’i- representación del orden, la creación, lo reflexivo- las separó (a las personas) separando las suyas hacia el este y las de Ipi –su hermano y contraparte, representante de lo impulsivo, carnal y desordenado- hacia el oeste, entonces les ordenó que cocinasen un jucururu y obligó a todo el mundo a probar del caldo, y de esta manera cada uno se enteró a que clan pertenecía, y Yo’i les ordenó a los miembros de los grupos que se casaran entre sí” (Nimuendaju 1952: pp 129 -30)
Fotografía: Carlos Parra Ríos
Los Tikuna evocan aquella concepción aristotélica de que “el hombre es un animal social”, de una forma aprehensiva y agradecida con las esencias que conforman la naturaleza y que a través de su dinamismo le dan vida a todo lo que nos rodea; tigres, cascabeles, paujís, hormigas, águilas, y todos los demás animales que hagan parte del abanico de posibilidades clánicas, son el sello que lucen con honor quienes conforman esta sociedad donde todos tienen el mismo valor: ser hijos de la selva.
Colaborador: Henry Ortíz
Fotografía: Carlos Parra
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