Tras el grito que dio pasó a la firma del Acta de Independencia, la lucha sigue; desde el campo, el hogar, el puesto de frito que hoy se encuentra cerrado, desde la mesa de comedor en donde confluye una familia. Los colombianos después de 210 años de independencia seguimos en pie de lucha.
Restos del florero de Llorente // Fotografía: Peter Angritt - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0
Por: Ángela Pertuz
El florero de Llorente, fue, aquel 20 de julio de 1810 la gota que derramó la copa o la excusa perfecta para salir del yugo opresor de los españoles; convirtiéndose en el detonante de un acto heroico que marcó una pauta para hoy consolidarnos como un estado libre de derecho.
Pero, ¿Cómo se llega a eso?, según relatan los textos históricos, por aquellos tiempos Napoleón Bonaparte en su deseo de conquistar Europa hizo de España un “8”, es decir, enredó todos los procesos que se adelantaban en la nación con la excusa de querer pasar por sus tierras para llegar y someter a Portugal; una mentira que terminó con el Rey encarcelado y su hermano en el poder.
Si bien, por los lados Colombia las cosas no iban bien, se pusieron peores, pues la necesidad de liberarse de los españoles cada día cobró más fuerza; las comunidades estaban cansadas de los altos impuestos, de las faltas de garantías y de los constantes agravios hacia los criollos (españoles nacidos en América) negros, zambos (cruce de negros con negros), indígenas y mestizos (cruce de españoles con indígenas); gestando así el sentimiento de libertad.
Ante la invasión de Napoleón, los españoles decidieron establecer Juntas en todo el territorio para hacerle frente al poder del invasor; por ello, llega Antonio de Villavicencio a Santa Fe, para consolidar ahí la Junta Española, lo que no se esperaba él, ni el Virrey Amar y Borbon, era que el pueblo quería su propia junta, una independiente.
Es así como, bajo el pretexto de una celebración por la llegada de Antonio de Villavicencio, Luis de Rubio se propone ir en busca de un florero en la tienda de Don José Gonzales Llorente.
Imagen de referencia
Era un viernes, día en el que la plaza estaba llena de campesinos y comunidad en general, quienes buscaban vender y comparar lo producido por la tierra; cuando, dentro del almacén Don José Gonzales Llorente se negó a prestar el florero al ser criollos (algunos dices que un plan) cuando Francisco de Morales Fernández le increpó a Francisco José de Caldas la actitud de Llorente y tomó el florero para tirarlo al piso, formando una discusión que cada vez reunía a más personas.
El florero constituyó la que sería la pelea gestada por la libertad a las 11am y las 6pm fue firmada el Acta de la Revolución que conmemora la independencia de Colombia.
María, cocinera independiente del Centro de Barranquilla // Fotografía: Ángela Pertuz
De los restos de aquel recipiente queda una sociedad que, aun partida se ha levantado día tras día a brindar sus mayores luchas, enfrentándose a todo, sin ver contendor.
Transeúnte el Centro de Barranquilla// Fotografía: Ángela Pertuz
Una sociedad que ve en cada alba u ocaso del sol la oportunidad de seguir el camino con una sonrisa y la mejor disposición; y es que, eso tiene el colombiano, nada le queda grande porque puede estar cargando la mayor de las cruces, pero siempre, con creatividad e ingenio, hace que no pese tanto; sintiéndose orgulloso de lo que es y de donde viene.
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