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Carlos Hernández Rojas

Noche de Velitas: una oportunidad para emprender y preservar la tradición

La Noche de Velitas es una importante celebración decembrina que también enciende un legado emprendedor en familias que comercializan los tradicionales farolitos que son característicos de esta fiesta.



Como es tradición, al llegar la noche del 7 de diciembre y la madrugada del 8, Barranquilla se prepara para que sus calles sean iluminadas con velas y faroles, entre celebraciones, bailes, comidas, y el compartir con la familia y vecinos. La Noche de Velitas es la celebración de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, donde los barranquilleros, costeños y personas de todo el país, encienden sus velitas y las cubren con farolitos hechos con pedacitos de madera y forrados con papel celofán, que permiten una visualización colorida y muy llamativa de estos elementos tradicionales en temporadas decembrinas.

 

Esta celebración representa una tradición cultural para todo un país, además, es el inicio de las ‘Cuatro Fiestas’, y también se convierte en el sustento económico de muchas familias que se dedican al comercio de los farolitos y las velitas. Una práctica de negocios que también lleva una historia y un legado familiar como es el caso de Richard Suárez Arroyo, un comerciante de 53 años, quien recuerda su infancia rodeada de faroles, su padre, Luis Suárez Bermúdez, los fabricaba para posteriormente venderlos, esta actividad quedó marcada para las siguientes generaciones.

 

“Es una tradición familiar, hasta donde recuerdo yo, mi papá siempre ha hecho faroles toda su vida, falleció y fue lo que nos quedó a nosotros, siempre conmemorar y recordarlo a él mucho, eso va como en la vena de uno, eso es de toda la vida, los faroles en mi casa”,

recordó Richard Suárez.



Fotografía: cortesía Richard Suárez


La producción de los faroles era una diversión y un aprendizaje, hasta el punto en el que cada quien los armaba de manera individual y poco a poco se fueron uniendo a la realización de estos objetos, que significan un ingreso económico para la familia. 

 

“Eso era innato, uno se ponía necear y cuando ya queríamos ver los armábamos nosotros mismos, ya prácticamente mi papá no los hacía. A nosotros nos encantaba forrar, era una diversión, todavía lo veo como una diversión, forrar y hacer faroles porque uno se entretiene. También se piensa en la entrada económica que va a haber y que nos va a ayudar”,

comentó Suárez.

 

 Las ventas y las producciones de faroles han ido disminuyendo con el pasar del tiempo, y como Richard lo menciona “Ya la tradición no es la misma”. Para esta familia que cada año comercializa faroles, existe cierta preocupación de cómo serán los ingresos en las ventas de los productos y que a su vez completan con las velitas para que los clientes lleven todo en una sola compra.

 

“Ya no es con ese auguro de que se hacían 5mil faroles y los vendías, ahora está la incógnita de que cómo va a ser cada año. Anteriormente lo que tú hicieras eso no alcanzaba, 20mil, 30mil faroles, ahora uno está con 5mil o 10mil faroles y está asustado de que no se ve el ánimo y el entusiasmo”,

cuenta.


Fotografía: cortesía Richard Suárez, en la foto Luis Suárez Bermúdez


Un proceso de fabricación que se va ejecutando desde mitad de año, y cuando se iba acercando la temporada decembrina ya había una cantidad considerable de farolitos listos para ser comercializados. Richard recuerda que su padre quien era Policía, pedía en su trabajo el mes de diciembre que aprovechaba para producir y vender los faroles, y de los ingresos que obtenía salían los regalos de navidad para sus hijos.

 

“Mi padre yo me acuerdo que él desde junio ya empezaba a construir sus faroles. Yo veía que mi papá llegaba con sacos de basuras, porque uno le decía así, porque eran un poco de palos y uno no entendía lo que era, cuando observaba que mi papá empezaba a cortar palito por palito, y ahí construyendo los faroles, cuando uno quería ver ya los tenía armados y eran unos 5mil, 10mil faroles, que eran el sustento de diciembre para nosotros porque era de ahí que mi papá sacaba hasta para los juguetes de uno”,

dijo el comerciante.

 

Por su parte, María Suárez, una joven de 20 años, estudiante de Licenciatura en Matemáticas e Ingeniería Industrial, quien es la hija de Richard, al igual que su padre creció en un entorno de comercio, observando la fabricación de los faroles y ahora es ella quien ayuda a forrarlos y venderlos.

 

“He ayudado a forrar los faroles, desde pequeña he venido a ayudar a mi papá y ahora que estoy grande aun más. Es una tradición que viene desde mi abuelo, mi papá me cuenta las historias y seguir con esa tradición es algo que nos enorgullece”,

expresó María.

 

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