Decenas de familia colombianas año tras año siguen realizando sus muñecos de año viejo. ¿Qué simbolizan?
Las fiestas decembrinas están siempre cargadas de tradiciones y rituales que normalmente se hacen en familia y al son de la armonía y la paz; sin embargo, algunas de estas costumbres han ido avanzando con el tiempo, transformándose o simplemente desapareciendo, pero hay una en particular que se ha mantenido firme a pesar de los años y que, además, no es algo precisamente que se haga en armonía y paz: los muñecos de año viejo.
Estos muñecos de año viejo son figuras “humanas” que generalmente suelen hacerse entre varias personas. Tienen cabeza, cuerpo y extremidades, todo hecho con tela vieja o en desuso, le ponen zapatos, sombreros y la vestimenta puede ser cualquiera o una en específico, pues los muñecos pueden ser hechos tradicionalmente o agregarles accesorios alegóricos a una situación o persona.
Esta actividad suele realizarse en distintos sectores del país, por ejemplo, en Barranquilla se encuentra más que todo en barrios que están ubicados al sur de la ciudad, pues los jóvenes de estos barrios son quienes año tras año se encargan de coser y adquirir todo lo necesario para armar este muñeco, el cual normalmente termina quemado en una esquina, sentado en un bordillo, despidiendo todo lo malo y dándole la bienvenida a lo bueno.
“Nosotros seguimos haciendo estos muñecos en primera instancia porque es algo que disfrutamos hacer. Entre todos los muchachos del barrio ponemos algo, yo este año puse la vestimenta que consta de un jean y una camisa manga larga a cuadros. Otro amigo puso los zapatos, otro puso el relleno, otro cosió, y así. Es algo que nos une como comunidad y que nos llena de alegría cuando lo vemos quemarse ya que sabemos que fue un trabajo arduo y en equipo y que además tiene una representación positiva de que el próximo año será mejor”, dijo a este medio de comunicación Leider Bustos, morador del barrio 7 de Abril.
¿De dónde proviene esta tradición?
La práctica de realizar estos muñecos es algo que se remonta muchos años atrás. Normalmente suelen rellenarlos con elementos como trapo, periódico o aserrín y tienden a llenarlos completamente de ropa. En cada parte del país cada quien lo hace a su forma y le añade cosas que son características de su propia idiosincrasia.
Según Odi Gonzales, profesor de estudios latinoamericanos y andinos en la Universidad de Nueva York, la realización de estos muñecos de año viejo en Colombia proviene de la influencia europea. Por su parte, María Belén Calvache, especialista en política y tradiciones, afirmó que esta práctica proviene de Ecuador.
Calvache aseveró que fue precisamente en el año XIX cuando se quemaron los primeros muñecos de año viejo, los cuales en aquel entonces eran una representación del cierre de la celebración católica. Explicó que las personas solían disfrazarse y utilizar máscaras por las calles de la ciudad, posteriormente esas personas enmascaradas sacaban sus respectivos muñecos de trapo y los incineraban, según ella, los muñecos representaban a ancianos en estado de alicoramiento.
Si bien no se sabe a ciencia cierta si esta costumbre llegó a Colombia procedente de Ecuador o de Europa, la realidad es que se ha convertido con el pasar de los años en una tradición representativa del país del Sagrado Corazón, pues sus ciudadanos han acogido como propia esta práctica e incluso la han ido pasando de generación en generación, representando para muchas familias algo propio y emblemático.
Entre los territorios del país en donde más se encuentra viva la quema de muñecos de año viejo se encuentran, por ejemplo, Antioquia, se podría decir que es en ese departamento en donde más se queman muñecos todos los años, de hecho, en muchos municipios antioqueños se toman muy enserio todo lo que tiene que ver con estas épocas decembrinas. Atlántico, Nariño, Putumayo, Cauca, Tolima, Huila y Quindío también poseen un amplio inventario de muñecos de año viejo, con los cuales año tras año ofrecen a los presentes todo un espectáculo.
Sea como sea, los muñecos de año viejo han sabido mantenerse entre las tradiciones colombianas y posicionarse como uno de los rituales de buen agüero que más se lleva a cabo en el territorio nacional.
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