María Buelvas es una mujer luchadora y emprendedora, a la que no le queda grande ningún reto. Ella tiene 56 años de edad, de los cuáles más de 20 se los ha dedicado a su profesión de modista en la ciudad de Barranquilla.
Pese a no tener un gran reconocimiento en este mundo del diseño de modas, María es una de las mujeres más solicitadas cuando ingresa la temporada navideña y carnavalera. Sus clientas acuden a ella para conseguir un espacio en su taller para que, con su virtuoso talento, les realice sus prendas de fin de año, además, cuando un almacén de cadena agota sus prendas, las mujeres encuentran en esta talentosa modista la posibilidad de crear un vestuario similar solo con mostrarle una foto.
Este año las agujas de sus máquinas no tendrán descanso en la temporada carnavalera: vestidos de marimondas, negritas puloy o cumbiambas esperan ser perfeccionados para esta temporada.
Y es que a María no hay reto que le quede grande, cada época del año es una oportunidad para ella de resaltar con nuevos diseños y vestuarios. En una oportunidad pudo coser varios vestuarios de un grupo de marimondas que desfiló en plena Via 40.
Entramos a su taller, y en cada esquina resaltan los hilos de todos los colores y tamaños. El espacio donde nacen cada una de sus inspiraciones está rodeado distintos tonos y diseños de telas. Sus tijeras brillan como sus ojos al ver a una clienta satisfecha.
Son las diez de la noche de un sábado y los rugidos de su fileteadora aún se sienten en la casa. Es un poco tarde para seguir trabajando, pero ella debe cumplir con sus compromisos y por eso el descanso debe esperar un poco más. Cada detalle de un vestido debe ser revisado rigurosamente y con el aumento de sus lentes, ella se encarga de verificar que ningún hilo esté mal ubicado.
La labor de esta mujer podría ser muy sencilla, como la de cualquier modista, pero es que, mientras se encarga de coser camisas, pantalones vestidos o sudaderas, también debe estar pendiente de los quehaceres de su hogar y es que su taller queda en su propia casa, razón por la que sus esfuerzos aún son más significativos.
En temporadas de fiestas no pasó un día en el que el timbre de su casa no haya sonado. "Buenas, se encuentra la señora que cose", "Aquí es donde vive la señora de las costuras", "¿Me podría arreglar este pantalón para hoy en la tarde?" son las preguntas frecuentes que nacen en estas fechas y ella los recibe a todos con la misma actitud.
"Hay días en los que me acuesto cansada de tanta costura que tengo que hacer y al día siguiente madrugo para terminar con las cosas que tengo pendiente, pero cuando uno tiene un propósito y quiere salir adelante no hay excusa para no trabajar", señala esta mujer nacida en el Magdalena.
Madre de tres hijos, dos de ellos profesionales y la menor se encuentra en tercer semestre de administración.Llegó a vivir a Barranquilla cuando apenas iba a empezar el nuevo milenio y en una corporación de la ciudad realizó un curso de modista, mismo que le sirvió para diseñar nuevos modelos de vestuarios, tanto para mujeres como para hombres.
Sus hijos ven en ella un modelo a seguir. Uno de ellos se encuentra en Polonia y salió adelante gracias a cada puntada, a cada arreglo y cada diseño que María ha realizado.
Por su cabeza nunca ha pasado en ser una diseñadora de modas de gran envergadura, pero se siente satisfecha porque con su trabajo muchas personas han podido recibir diplomas, casarse, o moderar en paneles y exposiciones.
"Este es uno de los meses con mayor trabajo porque llegan muchas personas a que les haga la ropa del 24 o la del 31 y hay otras que tienen que viajar y necesitan que yo les arregle lo que tienen para poder usar en otro lado", expresa.
Y es que aunque parezca increíble, a su taller han llegado clientas que viven en Estados Unidos o Panamá, pero siempre la buscan a ella para que les arregle sus costuras porque ya se ganó ese reconocimiento de calidad y confianza entre sus clientas.
Para María no hay día de descanso, pero su mayor satisfacción es ver todo lo que ha logrado construir con el pedal de una máquina, los hilos de colores y las cientos de agujas que se han desgastado con cada prenda confeccionada.
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