En la Feria Libraq a la Plaza que tuvo lugar durante este fin de semana 23 y 24 de septiembre en el complejo cultural de la Aduana en Barranquilla se presentaron diversos autores, libros y actividades para los amantes de la lectura y la cultura en la capital del Atlántico.
Uno de los destacados es Pedro Carlos Lemus, un joven escritor barranquillero que presenta su primer libro titulado 'Lo llamaré amor', una conmovedora historia sobre diferentes vivencias que un niño afronta durante su infancia y cómo este va aprendiendo de diferentes situaciones mientras va creciendo y se convierte en adulto.
Conversamos con Pedro para conocer más sobre esta novela y sobre la inspiración que le permitió tocar los corazones y mentes de muchos lectores.
"Es una novela y trata sobre una historia de infancia y también sobre ese mismo niño cuando se convierte en adulto. Es sobre la separación de sus padres, y el niño se queda con la madre y hay un acompañamiento de los dos, el niño y la madre, en ese momento de gran tristeza. Luego, en el presente también hay una separación, pero ahora es él quien está protagonizando. Entonces la novela es una reflexión sobre esos dos momentos, sobre la pérdida y la ausencia, pero también sobre encontrar la compañía y la luz en esas situaciones".
¿Este es tu primer libro?
"Sí, este es mi primer libro. Yo había escrito antes cosas, había publicado textos en revistas, por ejemplo, y entre las cosas que había publicado estaban también unos horóscopos literarios que escribía yo sin saber realmente de astrología. Yo pensaba que el primer libro que escribiría iba a ser realmente una recopilación de esos textos de horóscopos, con un breve marco narrativo sobre ese escritor que se inventaba horóscopos para mandarle señales a alguien, pero me puse a escribir y creció el texto y terminé escribiendo esta novela, en la que el horóscopo aparece como un elemento en una historia más amplia".
¿Tienes algún referente, algún autor o algún libro que te haya inspirado?
"Hay muchos libros que tienen que ver conmigo como lector y que de alguna manera me han marcado, pero hay un par que menciono en la novela explícitamente. El primero es Fragmentos de un discurso amoroso de Roland Barthes, que es un libro con el que trabajé durante la universidad. Barthes analiza cómo funciona el discurso amoroso en la literatura, pero también al hacer ese análisis incluye experiencias de sus amigos y de su propia vida, y me impresionó mucho cuando lo leí que él pusiera en el mismo nivel la parte más teórica y de análisis literario con las conversaciones sobre amor que tenía con sus amigos, por ejemplo.
Otro libro que aparece es Un beso de Dick de Fernando Molano. Hace varios años me encargaron escribir un texto sobre la obra de él para Latitud en El Heraldo. En ese momento yo no había leído nada de él, pero acepté el encargo, leí y escribí un artículo llamado “El deseo como estímulo de la escritura”. Creo que en Lo llamaré amor está esa mirada a cómo el deseo puede hacer que uno escriba, a la relación entre el deseo y el texto".
¿Es complicado escribir sobre el amor?
"Supongo que es complicado como es complicado escribir siempre. Yo creería que no es que haya temas más fáciles o difíciles, sino que probablemente todos los temas son complejos y al escribir hay que darles la complejidad que les toca. Algo en lo que yo me esforcé al escribir era tratar de poner en ese lugar a las relaciones y los afectos que aparecen en el libro, que incluyen pero no se limitan a las relaciones de pareja.
Creo que al escribir no es tan interesante decir “esto es así”, sino dar lo suficiente para que quien está leyendo ponga ahí su mirada también. En parte el título del libro tiene que ver con eso, con que hay una intención de nombrar una relación, un afecto, pero no hay una certeza, y también quien lee puede preguntarse qué de lo que está leyendo es amor o no, o cómo nombraría esos afectos. Uno tal vez llama amor a cosas porque no encuentra una mejor palabra. El lenguaje puede ser limitante en ese sentido. Este es un libro que parte desde mi experiencia, pero me interesaba que ese “yo” narrativo no fuera equivalente a las anécdotas del autor, sino a una elaboración en la ficción que permitiera que otras personas pudieran encontrarse en el texto y completarlo, y que la novela también hable de ellas.
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