Hoy se toman las calles del municipio de Galapa, las máscaras al lado de decenas de grupos folclóricos en la Gran Parada de Tradición, en ella propios y visitantes se reencuentran con la esencia propia Caribe y la cultura que hoy aporta en gran medida a la al Carnaval de Barranquilla
Fotografía: Ángela Pertuz
Y es que, muchos años después, las mismas máscaras vuelven a ser protagonistas. Hace seiscientos años, lo fueron dentro de la guerra…ahora, son iconos del Carnaval.
Ellas fueron las brindaron poder y fuerza para enfrentar algo muy grande, que amenazaba con destruirlos bajo las obligaciones de esclavos. En el tiempo de la colonia los negros traídos de áfrica vivían a expensas de sus amos, abandonado así la esencia que recorría su sangre, echando a un lado su tradición.
Dejaron de ser ellos, despojándose de algo tan importante, su cultura. De día arrastraban bultos, cocinaban, cuidaban a los hijos de sus amos, pero cuando la noche caía, era su mayor testigo, veía como volvían en sí, la oscuridad ofrecida por la penumbra obsequiada por la luna era esa confidente que permitía el encuentro fortuito con los suyo.
Ahí, en comunidad tenían la oportunidad de estrechar lazos y brindar plegarias a sus dioses, en un lugar lejos de la civilización y precedida por el fuego ardiente que poco a poco avivaba sus corazones en medio de rituales que permitían seguir con su amarga vida entre el mapalé y la persecución, aquella de la cual eran esclavos.
Cuando la luna tocaba el pico más alto del cielo los movimientos exuberantes y fuera de lo normal eran su grito de rebelión, pero también la viva demostración de resistencia, esa que los indios Mokaná a través de máscaras le obsequiaban en sus encuentros.
Otra cara que permitía ser quienes no era, adoptaban la forma del toro, la cebra o el tigre y solo así una fuerza descomunal invadía cada parte de su cuerpo, ya no eran ellos, eran sus antepasados quienes se anteponían ante dura realidad. Las máscaras eran su conexión con el yo interior.
Aquella que durante el tiempo de la rebelión fue la confidente y testigo de cómo una comunidad se nutría de su fuerza, hoy en épocas de carnaval y un día normal, dejaron de formar parte de una poco agradable realidad para formar parte de una fiesta que resalta la esencia del Caribe, El carnaval de Barraquilla.
Esta vez no eran utilizadas para la resistencia. En la actualidad su valor va mucho más allá del dolor, dejaron de ser posadas en la cara de quien necesitaba de su fuerza para ser colgada, en ocasiones, en la paredes, y en la calle para adornar de los rostros disfrazados, solo para recodar de donde vinimos, teniendo con ella en estrecha relación, que se labra y se talla en un tierra, que en su tiempo fue un caserío indígena “Galapa”.
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