Davier Pérez, estudiante de artes visuales de la Universidad de la Atlántico, muestra a través de su exposición Waya, un intercambio de saberes entre la cosmovisión indígena y el arte contemporáneo, creando un laboratorio que resulta del trabajo desarrollado con 20 niños wayuus.
El proyecto ganador del portafolio de estímulos para el arte, de la Alcaldía de Barranquilla, refleja a través de fotografías, videos y elementos étnicos, el trabajo realizado con la comunidad Poromana, ubicada 15 km en la vía Riohacha-Maicao. La exposición estará en la casa cultural Michelangelo, ubicada en el barrio el Prado de Barranquilla, hasta el sábado 09 de junio, terminando con una socialización de la beca de creación artística.
El riohachero afirma que tiene raíces wayúu y afro, sin embargo siente que la etnia indígena se encuentra impregnada en su sangre, lo que lo inspiró a realizar su tesis de grado en este intercambio de saberes: “En todos mis trabajos artísticos, siempre trato de resaltar lo bueno y hacer resistencia, a través del arte, a toda esta corrupción que el departamento tiene” comenta el artista.
Entre bullerengue y cantos étnicos, se dio la apertura de “Waya”, que significa nosotros en el idioma wayuunaiki. Desde la entrada de la exposición, se pueden observar unos hilos rojos que cuelgan en el techo del lugar, pareciendo tejer una mochila flotante, debajo de esta se encuentran ubicadas las fotografías del ejercicio, que nace a partir de la historia simbólica del tejido wayuu, llamada “Wale´kerü”.
Usando como elemento los hilos con las que se tejen las mochilas, en un acto un poco atrevido, Davier invita a los niños a explorar nuevas formas de expresión con el hilo sagrado, acción que agradece a la etnia por abrirse a los experimentos.
“El arte de tejer es una acción en la que el wayúu materializa los sueños o revelaciones a través de cada símbolo trazado, y esta comunidad cuida celosamente la técnica que por siglos los ha ayudado a preservar la cultura. Es por esta razón que valoro mucho el gesto”
Su motivación radica en la imposibilidad que tuvo cuando pequeño de recibir educación artística, por lo que un acto de amor, decide dar a los niños wayúu lo que él hubiera querido recibir.
“En la Guajira no tuve acceso a la educación, al arte, entonces yo sentía que debía aportar de cierta forma a las nuevas generaciones que vienen con un nuevo sentir artístico y estimularlos a crear a partir del arte. Entonces sentía una necesidad de compartir, lo que yo cierta forma aprendí en la academia de arte”.
Durante la apertura, el momento casi sagrado se tornó emotivo; mientras todos se mantenían conectados con la música, Daiver abrazaba a quien pareciera ser su mamá, en un abrazo extendido que dio rienda a unas lágrimas. Otros familiares acompañaban al artista, encargándose, como o suelen hacer las familias guajiras, de atender a los asistentes con picadas y bebidas.
Además, los niños también participaron de otras actividades que les permitieron crear productos de arte étnico, como pintar los cuentos ancestrales en las caras, dibujar al otro, fotografiar su entorno, realizar rituales con el agua, y moldear barro para crear sus populares “wayuunkerras” o las muñecas de barro con las que se enseñan la narración.
El laboratorio fue posible gracias a la ayuda de la fundación El Origen, entidad que reúne artistas con el fin de compartir con comunidades étnicas experiencias estéticas.
“Me llevo una experiencia maravillosa de la comunidad indígena wayúu, porque ellos abrieron sus puertas y me compartieron toda su cultura sin esperar nada a cambio” expresa Davier, quien espera abrir nuevos escenarios para mostrar su laboratorio creativo en diferentes ciudades.