La vigesimoséptima edición de la Cumbre Climática de las Naciones Unidas está dando de qué hablar pero no por el eje central de la conferencia. El mundial de Qatar ha eclipsado un asunto tan importante para el presente y el futuro de la humanidad como es el cambio climático. Además, la mayoría de titulares sobre el encuentro aluden a la deplorable agresión machista cometida por un periodista y a la sudadera de Francia Márquez.
Sin embargo, los cambios en el clima ya nos están afectando aunque no hablemos de ellos. Nos lo explica Rafael Ricardo Torres, profesor investigador del departamento de Física y Geociencias de la división de Ciencias Básicas, de Uninorte. Es oceanógrafo, y aborda el tema de las lluvias y sus efectos. Anteriormente, fue Director Centro de Investigaciones Oceanográficas e Hidrográficas del Caribe y previamente Vicerrector Académico Escuela Naval de Cadetes "Almirante Padilla", entre otros.
Lo primero que nos advierte es que debemos ser cautos con la información que compartimos. Sugiere tener en cuenta muchos factores al hablar de cambio climático. Así pues, solo podemos asegurar que un fenómeno meteorológico extremo es consecuencia del calentamiento global tras una investigación. Existen multitud de razones capaces de explicarlo. Sin embargo, cuando analizamos la tendencia de los últimos 50 años ya podemos empezar a sacar conclusiones. De hecho, la tendencia actual es que aumente la frecuencia con la que se producen inundaciones costeras.
Va más allá, declara que predecir el clima es muy complicado. Se hacen estudios con vistas a 100 años empleando modelos climáticos y luego se comparan entre sí. De esta manera, un metaestudio saca las conclusiones con multitud de datos. De lo que sí que está seguro es que el cambio climático es un serio problema para los habitantes de la Tierra y debemos contar con herramientas. Menciona dos estrategias: la mitigación y la adaptación. Distintas estrategias
La mitigación consiste en reducir nuestra huella de carbono y dejar de emitir gases de efecto invernadero a la atmósfera. Por otro lado, la adaptación es prepararse para las consecuencias de los daños ya hechos. Paradójicamente, los países que más daño han causado (los países desarrollados) son los que más dinero cuentan para invertir en adaptación. Por otro lado, los países en vías de desarrollo son los menos contaminantes pero los que más sufren los embates de este problema.
Corales en cultivo para sembrar después/Fuente: @boyacaLEinforma en Twitter Ya podemos comprobar cómo ha afectado a la costa. Por ejemplo, el nivel del mar sube a medida que se derriten los glaciares continentales. Además, el agua del mar se expande cuando el agua de la superficie se calienta más. Por si fuera poco, este mismo calentamiento del agua también contribuye al blanqueamiento de los corales. Es decir, durante periodos prolongados de calor estos enferman y mueren. Resulta algo típico de fenómenos como El Niño. También mueren al acidificarse las aguas. Se trata de una consecuencia de la captura de dióxido de carbono por parte Ya podemos comprobar cómo ha afectado a la costa. Por ejemplo, el nivel del mar sube a medida que se derriten los glaciares continentales. Además, el agua del mar se expande cuando aumenta su temperatura. Por si fuera poco, este mismo calentamiento del agua también contribuye al blanqueamiento de los corales. Es decir, durante periodos prolongados de calor estos enferman y mueren. Resulta algo típico de fenómenos como El Niño.
También mueren al acidificarse las aguas. Se trata de una consecuencia de la captura de dióxido de carbono por parte del mar. Aunque piense que el pulmón de la Tierra es la Amazonía (sin restarle valor), lo cierto es que podríamos dar ese título al mar. Absorbe el exceso de CO2 para regular la temperatura, lo que vuelve el agua más ácida. El resultado es que los corales posiblemente presentarán problemas para formar de manera óptima su esqueleto y languidecen. La pérdida de este ecosistema se traduce en menor biodiversidad marina y un mayor impacto de las olas en las zonas costeras.
Aunque piense que el pulmón de la Tierra es la Amazonía (sin restarle valor), lo cierto es que podríamos dar ese título al mar. Absorbe el exceso de CO2 para regular la temperatura, lo que vuelve el agua más ácida. El resultado es que los corales no consiguen formar de manera óptima su esqueleto y languidecen. La pérdida de este ecosistema se traduce en menor biodiversidad marina y un mayor impacto de las olas.
El valor de los arrecifes Los arrecifes amortiguan la energía con la que el oleaje llega a la línea de costa. Sin estas barreras es fácil que el agua arrastre sedimentos fuera del sistema erosionando así la playa. No obstante, no todo está perdido. Es decir, ahora mismo existe un proyecto en marcha denominado “Un millón de corales”. Su objetivo es “plantar” esa cifra de estos invertebrados en San Andrés y Providencia y en el Parque Nacional de las Islas del Rosario y de San Bernardo entre otros.
A día de hoy hay más de 230.000 fragmentos de coral en viveros en Colombia, y más de 12.000 han sido trasplantados a arrecifes. Iniciativas como esta brindan esperanza en un mundo que necesita cambios urgentes. Rafael Torres menciona que es muy complicado y costoso realizar proyectos de adaptación a gran escala en toda la costa. No obstante, propone identificar las áreas con mayor vulnerabilidad para proteger de forma prioritaria para evitar inundaciones que generan grandes costos económicos y sociales. Por ejemplo, una de ellas sería la ciudad de Cartagena.
Cartagena tiene poca altura con respecto al nivel medio del mar y ya hemos comprobado cómo se inundaba este fin de semana durante un fenómeno de lluvias torrenciales y mareas altas. No puede asegurar firmemente que el episodio se deba al cambio climático, pero está seguro de que ya podemos percibir las principales consecuencias del calentamiento global en nuestra región caribeña. Así pues, urge a estar preparados para eventualidades y a reducir nuestras emisiones provenientes de los combustibles fósiles. El cambio climático ya está aquí y no sirve de nada excusarse más.
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