Las plantas como las abuelas son sinónimos de protección, así como la madre tierra nos provee de vida. Las plantas más allá de una ornamentación nos traen recuerdos de la infancia y las abuelas. Sabedoras ancestrales que nos curaron un malestar con alguna planta aromática o nos deleitaron con deliciosas preparaciones sazonadas con semillas, ramas o raíces; un gran secreto que marca la diferencia en la gastronomía popular.
Habitantes de las comunidades de los barrios de Lipaya, La Paz y urbanizaciones de Las Gardenias, Juan Mina y Villa de San Pablo recuerdan a sus padres, abuelas o tíos atendiendo plantas en los patios o terrazas, celando su crecimiento y enseñando su cuidado. Así lo recuerda uno de los asistentes al taller de huertas urbanas impulsado por el proyecto de Generactor, gestión que realiza la Unión Europa, con el fin de desarrollar unas huertas en parques y urbanizaciones de Barranquilla.
Estos procesos de formación están orientados al buen gobierno, la ciudadanía activa y la participación, se vienen realizando desde el 2022 con diferentes asistentes gracias al trabajo de 5 organizaciones ubicadas en Colombia e Italia.
Memorias de un pasado sanador
“Tendre que traerme todo el patio” afirma entre sonrisas un asistente al taller, mientras ubica una rama de la planta de plátano en el mandala que se armó con diferentes semillas, frutos y plantas como ejercicio de reconocer la sabiduría de la tierra y recordar las enseñanzas de abuelos.
“Tuve una infancia muy bella en donde con mi abuelo cultivamos ñame, yuca, caña de azúcar, mango, coco, se me olvida los demás productos agrícolas que cultivamos en un patio en el barrio la Sierrita”
Él recuerda que su padre los martes de descanso, aprovechaba para cocinar los frutos y tubérculos que cosechaba en el patio, recordando que después del colegio encontraba sobre la mesa, yuca, guineo verde, ñame y el bocachico sobre una gran planta de plátano.
Una memoria simple, pero poderosa, su padre no caminaba hacia un supermercado para alimentar a su familia, él con paciencia sembraba su propia comida en la tierra de su propia casa que está a su vez en un acto de abundancia le devolvía su cuidado a través de diferentes productos comestibles, un principio básico de lo se denomina soberanía alimentaria, la cual busca abordar las raíces estructurales de la pobreza y el hambre, promoviendo modelos agrícolas más justos y sostenibles que respeten la diversidad cultural y biológica. Este enfoque reconoce la importancia de empoderar a las comunidades locales para que tomen el control de sus sistemas alimentarios y promuevan la justicia social y ambiental
Este y otros talleres logran no solo enseñar prácticas de cuidado de la tierra, agua y cultivo, sino que permiten recordar la importancia de los campos para las ciudades las cuales son abastecidas para nutrir a los familiares quienes compran estos frutos en los mercados de sus barrios.
Entre ese mandala una de las mujeres ubica una hoja de la planta llamada balsamina, también se ríe contando las memorias de los juegos que su madre inventaba para purgar a ella y a sus hermanas.
“Yo le decía a mis hermanas; mi mamá parece que nos ve cara de caballo porque nos pone a comer pua hierba, pero era porque ella prepara un tarro y nosotras ya sabíamos cuando nos iba a purgar nos decía, la que toma más de ese vaso, deja de lavar los chismes una semana”
Otra gran ventaja que la naturaleza regala a quienes la cuidan, la sanación de cuerpos y la prevención de enfermedades, con el fin de preservar las condiciones de salud de las diferentes comunidades que a veces tienen dificultades para el acceso a la salud.
Las famosas semillas de achiote no faltaron este proceso, son ellas las que engañan los platos de la costa colombiana y otros territorios de latinoamérica. Para una de las participantes el achiote le recuerda a su abuela quien prepara este en aceite.
“Ella misma lo hace y lo prepara con aceite y ese es el color natural que ella utiliza para las comidas y me encanta cada vez que voy a su casa porque sus comidas no se comparan con el mejor restaurante”
Podría decirse que esta tradición se ha ido perdiendo, sin embargo el más joven de los asistentes, quien tímidamente del lado de su madre prestaba atención a cada detalle, ubicó una ramita de totumo.
“Esta ramita me recuerda que cada vez que voy a la casa de mi abuelo en el pueblo, hay un palo donde duermen las gallinas”
y las carcajadas y sentimientos de ternura cierran este mandala.
Parque Productivos
El proyecto, cuya inversión será de 2,6 millones de euros, es el resultado de una postulación a una convocatoria de la Comisión de la Unión Europea y apunta a hacerle frente a retos como la inseguridad alimentaria a través del empoderamiento a las comunidades locales.
Irene Criollo Palencia, quien es apoyo del equipo de logística afirma que estos ciclos de formación y huertas comunitarias brinda beneficios para el fortalecimiento del tejido social.
“Son múltiples beneficios, primero que todo es un espacio de encuentro para la ciudadanía, Barranquilla es una ciudad que necesita espacios de encuentro al aire libre, contacto con gente de vecindario, es un proceso de tejido social importante dentro de un entorno, por otro lado es una alternativa para mitigar otro tipo de problemáticas que pueden tener algunas comunidades como drogadicción, pandillas que sufren los barrios vulnerables y que los jóvenes están muy expuestos entonces al tener una huerta tienes un ejercicio de relacionamiento con la tierra, tienes una actividad y lugar donde hay un valor para cada ciudadano que lo visita”
Para el embajador de la Unión Europea en Colombia, Gilles Bertrand, esta es una apuesta decidida por la preservación del medio ambiente, que consideran una prioridad.
“Este proyecto es una maravilla. Por mucho tiempo hemos vivido dándole la espalda al campo, dándole la espalda a lo que nos nutre. La idea es que las ciudades empiecen a integrar sus jardines y huertos, a tener espacios donde la misma comunidad siempre y aprenda de este proceso de producir desde la comunidad”,
expresó el alto funcionario
Serán más de 27.400 metros cuadrados de zonas verdes dedicados a la agricultura urbana, en los que se espera producir más de 2.400 kilogramos de comida por semestre, además de la generación de otras iniciativas de economía circular como compostaje, reciclaje, polinización de las abejas y energía renovable.
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