En agosto pasado, uno de los pilares del Grupo de Barranquilla y de la literatura colombiana moderna cumplió 55 años de fallecido. De nuevo, poco se habló de él. Fue maestro de García Márquez y de Álvaro Cepeda Samudio, que dijo famosamente: “Todos venimos del viejo Fuenmayor”. Se refería al viejo (o joven) José Félix.
El viejo y el Grupo de Barranquilla
A principios de los años 40, en Barranquilla empezó a configurarse una suerte de asociación de amigos alrededor de la literatura, el cine, la pintura y el periodismo. Allí estaban Álvaro Cepeda Samudio, Gabriel García Márquez, Alejandro Obregón, “Figurita” Rivera, Julio Mario Santodomingo, Germán Vargas, entre otros. Al principio se citaban en la Librería Mundo y el Café Colombia; más tarde, desde el 54, lo hicieron en el bar La Cueva.
Conocida como el “Grupo de Barranquilla”, esta asociación informal era encabezada por don Ramón Vinyes y José Félix Fuenmayor. Se dice que era este último el que proponía los temas. Por el adelanto de sus lecturas y la sabiduría de su conversión, García Márquez y Cepeda se confesaron discípulos suyos.
Fue un innovador. Mientras en Colombia, en los años 20, los novelistas insistían en los cuadros de costumbres y en los temas rurales, Fuenmayor escribió Cosme (1927), una novela moderna y urbana, heredera lejana de la picaresca y del Cándido de Voltaire y deudora cercana de la narrativa contemporánea de los Estados Unidos.
El viejo más joven que su hijo
Esto escribió Cepeda en una columna de 1966, a propósito de la muerte de su maestro:
“Frente a José Félix siempre tuve la sensación de que era más joven que yo. Más joven que todos nosotros: que García Márquez, que Alejandro Obregón, que Germán Vargas, que Juanbecito Fernández, que Quique Scopell y más joven que su propio hijo Alfonso Fuenmayor”.
Confesó también, risueño: “Al principio fastidiaba un poco el salir a las cuatro y media del Colegio Americano, bajar hasta la calle San Blas, tirar los textos de literatura sobre una mesa del Café Colombia, ver llegar a don José Félix y descubrir, otra vez asombrado, otra vez desconcertado, que el viejo sabía más que yo, que era más liberal que yo, que sus ideas iban más lejos que las mías y, sobre todo, que resultaba siempre más joven que yo”.
“Todos venimos de José Félix”
García Márquez habló en varias ocasiones sobre el viejo Fuenmayor: en una de sus jirafas elogió “Un viejo cuento de escopeta”; en un prólogo de 1993 ponderó, como Cepeda, que el viejo era el más joven de todos ellos a pesar de haber cruzado los 60 años. También le dedicó unas líneas en Vivir para contarla, su autobiografía. Allí escribió lo siguiente:
“No tenía la formación de Vinyes, pero era más cercano a mí por su modo de ser y su cultura caribe. Sin embargo, lo que más me gustaba de él era su extraña virtud de transmitir su sabiduría como si fueran asuntos de coser y cantar. Era un conversador invencible y un maestro de la vida, y su modo de pensar era distinto de todo cuanto había conocido hasta entonces. Álvaro Cepeda y yo pasábamos horas escuchándolo, sobre todo por su principio básico de que las diferencias de fondo entre la vida y la literatura eran simples errores de forma. Más tarde, no recuerdo dónde, Álvaro escribió una ráfaga certera: ‘Todos venimos de José Félix’”.
Un legado de cuatro obras
Desde luego, el legado de un autor nunca se cifra en su obra; hay, además, lo que esa obra propició, lo cual es menos fácil de rastrear. Hay quien ha dicho, por ejemplo, que los personajes ancianos de García Márquez se parecen mucho a los personajes ancianos de Fuenmayor, por su sapiencia y dignidad.
En cuanto a la obra estricta publicada por José Félix, esta consta de cuatro libros:
1. Musas del trópico (poemas, 1910).
Según Julio Núñez Madachi, este poemario, junto con los trabajos de Rasch Isla y de Leopoldo de la Rosa, inauguró la literatura contemporánea de la Costa.
2. Cosme (novela, 1927).
Es, con justicia, su obra más famosa. Ha sido señalada como la primera novela urbana en Colombia. Narra el destino trágico de Cosme, un personaje desdichado y fracasado, desde su nacimiento hasta su muerte.
3. Una triste aventura de catorce sabios (novela, 1928).
Es considerada la primera obra de ciencia ficción colombiana. Ramón Vinyes apuntaría sobre ella: “Wells y Anatole France. Confuso. Imaginación, pero no clara porque no tiene una finalidad ni se sabe bien precisamente lo que se quiere decir. El comienzo es interesante”.
4. La muerte en la calle (cuentos, 1967).
Gracias a esta obra póstuma, Fuenmayor empezó a ser conocido por la crítica nacional. El libro incluye cuentos ya clásicos como “Con el doctor afuera” o “Un viejo cuento de escopetas”, que, como anotamos más arriba, era uno de los favoritos de García Márquez.
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