La historia detrás de la primera planta de confecciones operadas por exreclusas en Barranquilla.
En un rincón de muchas ilusiones y sueños de Barranquilla, una nueva esperanza ha comenzado a tomar forma. Y es que el mes de agosto se convirtió en un hito significativo en la historia de la resocialización y el emprendimiento social en la puerta de oro de Colombia con la apertura de la primera planta de confecciones en el país operada por ex reclusas del Centro de Rehabilitación El Buen Pastor.
Esta innovadora iniciativa es el resultado del incansable trabajo de la Fundación Tejiendo Hilos de Fe-Esperanza, encabezada por Claudia Quintero, una mujer con propósitos inquebrantables, que trabaja por encontrar un futuro lleno de oportunidades en mujeres que buscan tener nuevas oportunidades.
La planta, ubicada en el barrio Lucero, se alza como un símbolo de transformación y posibilidad. Con 160 metros cuadrados, el espacio ha sido meticulosamente adaptado y equipado por la Arquidiócesis de Barranquilla para cumplir con los estándares de un moderno taller de confección.
En sus instalaciones, que incluyen departamentos de diseño, patronaje, corte, confección, control de calidad y administrativo, se ofrecerá maquila para marcas de ropa y diseñadores, y tiene la capacidad para operar con hasta 100 mujeres. En un entorno lleno de actividad, las primeras 20 mujeres pospenadas han comenzado a tomar su lugar como parte de la fuerza laboral de la planta.
Estas mujeres, que antes vivieron las sombras del confinamiento, ahora se encuentran bajo los focos de una nueva oportunidad. Han sido empleadas con todos los beneficios de ley, lo cual representa un cambio radical respecto a su situación anterior. Su camino hacia esta nueva vida no ha sido sencillo.
Han pasado por un proceso integral de capacitación y certificación en confección, artes, bordados y acabados. Su formación comenzó hace más de seis años en el taller del Centro de Rehabilitación, donde descubrieron y fortalecieron sus habilidades con las manos, preparándose para el mundo laboral con renovadas esperanzas.
“Hoy se ve materializada esa siembra que hicimos y vamos a recoger la cosecha, dándole la oportunidad a la vida laboral a 20 mujeres que pasaron por ese proceso y hoy son mujeres pospenadas. La vinculación laboral a la primera planta de confección con sentido social en Colombia y me atrevo a decir que en Latinoamérica”, señala con voz llena de ilusiones Claudia Quintero, la directora de la Fundación Tejiendo Hilos de Fe-Esperanza.
Han sido años de trabajo que hoy reflejan con orgullo el impacto de este proyecto a mujeres que buscan resocializarse “Ellas están formadas para trabajar todo el tema de confección. Inicialmente, arrancamos la primera fase con 20 mujeres, pero la planta tiene la capacidad para abrazar a más de cien mujeres”, explica Quintero con convicción.
La presencia del Monseñor Pablo Salas, Arzobispo de Barranquilla, resalta el apoyo significativo de la comunidad religiosa. Salas ha estado comprometido con la causa desde 2022, cuando realizó donaciones de herramientas para garantizar la productividad en los emprendimientos de estas mujeres.
Quintero que el trabajo de la Fundación no solo abarca el aspecto productivo, sino también el acompañamiento psicosocial, nutricional, espiritual y legal. “Hemos impactado a más de 350 personas. Las empresas les daban las oportunidades (a las pospenadas) y a los tres meses empezaban a sacarlas una por una. Sin embargo, hubo una que, si se mantuvo dos años y desde ahí, iniciamos con unas herramientas de emprendimiento, pero no nos quedamos, ahí, sino la visión que teníamos de hacer una planta de confección con sentido social, donde todas ellas pudieran estar”, afirma Salas con entusiasmo.
El proyecto también ha contado con el respaldo de la Alianza para la Transformación Social (Oriri), que seleccionó el proyecto ‘Esperanza Siembra Esperanza’ como uno de los 17 a nivel nacional para recibir apoyo. Gracias a esta alianza, se logró equipar el 30% de la capacidad de la planta con maquinaria y herramientas esenciales. La colaboración con aliados como la Universidad Autónoma del Caribe y el Sena ha sido fundamental.
La universidad ha proporcionado formación en técnicas de confección y patronaje, mientras que el Sena ha ofrecido un programa especializado en técnicas de confección industrial. Estos esfuerzos conjuntos aseguran que las mujeres estén bien preparadas para enfrentar el mundo laboral con confianza. Desde 2018, la Fundación Tejiendo Hilos de Fe-Esperanza ha intervenido a 330 mujeres privadas de libertad en el Centro de Rehabilitación El Buen Pastor, y ninguna ha reincidido. Además, ha certificado a 114 mujeres en técnicas artesanales y de confección, logrando un impacto positivo y tangible en sus vidas.
Este proyecto no solo representa un nuevo comienzo para las mujeres pospenadas, sino también un mensaje de esperanza para la sociedad en su conjunto. La planta de confección ‘Esperanza Siempre Esperanza’ es un testimonio de la capacidad de la humanidad para ofrecer segundas oportunidades y de la fuerza transformadora del compromiso social. En Barranquilla, un nuevo capítulo está en marcha, y con él, la promesa de un futuro más justo y lleno de posibilidades para quienes han tenido la valentía de cambiar sus vidas.
De la condena a la esperanza
Liliana, una exreclusa que encontró nuevas oportunidades en la moda Liliana Reales, una mujer cuya vida ha tomado un giro extraordinario gracias al poder del diseño y a la oportunidad de una segunda chance. Ella es pospenada del Centro de Rehabilitación El Buen Pastor y ha encontrado en la confección no solo una forma de ganarse la vida, sino una verdadera pasión que la ha llevado a brillar en el corazón de Barranquilla.
En una de las fiestas del Carnaval de Barranquilla, las calles se llenaron de colores y alegría, pero detrás de uno de los vestidos de la reina estaba Liliana, quien elaboró una pieza maestra con habilidad y amor, que adornó a la soberana de los barranquilleros. La visión de Liliana, cultivada durante su tiempo en el Centro de Rehabilitación, se convirtió en realidad gracias a la Fundación Tejiendo Hilos de Fe-Esperanza. El trayecto de Liliana no ha sido fácil.
Su historia comienza en un lugar sombrío, pero su determinación y el apoyo de la Fundación le dieron una nueva dirección. Cuando ingresó al Centro de Rehabilitación El Buen Pastor, se encontró en un taller de confección que se convirtió en su refugio y su escuela. Allí, Liliana descubrió un talento latente para el diseño y la confección. Sus manos, que antes buscaban una salida en la adversidad, ahora se movían con precisión y creatividad en la creación de prendas.
“Me condenaron a diez años, pero para la gloria de Dios la Fundación esperanza fue la luz que me ayudó. A raíz de la fundación aprendí mucho y puedo dar testimonio de eso, de las enseñanzas, que no fue fácil, pero eso me enseñó a redimir para que pudieran darme la libertad y ahora me siento bendecida con este proyecto y vamos a demostrar que las segundas oportunidades existen”, explicó la mujer, que sueños de ilusión.
Su historia es un recordatorio poderoso de que el cambio es posible y de que, con el apoyo adecuado, las personas pueden redibujar su destino y alcanzar nuevas alturas. La confección ha sido para ella más que una carrera; ha sido un símbolo de su renacimiento y de su capacidad para transformar la adversidad en arte y oportunidad.
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