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El eco de una guerra que retumba en el Salado


Fotografía: Cortesía


Por: Ángela Pertuz


Cuando el reloj marca las 6:00pm, en las calles polvorientas del Salado, corregimiento del Carmen Bolívar, solo se siente el susurro de los grillos, pues todos, incluso el sol, se ocultan. Pocos son, quienes se atreve a salir, desde aquella masacre en el 2000, el Salado solo es un pueblo muerto en vida.


En aquella época, un 16 de febrero, 450 hombres armados ingresaron al pueblo por sus vías de acceso y llegaron de casa en casa, informaban a los habitantes que tenían que ir a la plaza principal, ahí las autodefensas perpetuaron la barbarie que resultado de disputa entre guerrilleros y paramilitares por el control de la zona en el marco del conflicto armado.


“Cogieron y tumbaron las puertas de la casa donde estaba y llegaron tres tipos, patearon las puertas y nos dijeron: caminen hacia abajo que los vamos a matar a todos. Aquí nadie va a quedar vivo”, expresó un testigo retratado en el documental realizado por el Centro Nacional de Memoria Histórica llamado El salado: el rostro de una masacre (2012).

En la cancha de microfútbol, con listado en mano torturaban a uno por uno, según testimonios, los miembros de las autodefensas disfrutaban como si se tratara de un show, por cada tortura una celebración, aplaudían un crimen que se extendió hasta el 22 de febrero y en el que perpetuaron decapitaciones y empalamientos.


“Nosotros no sabíamos que iba a pasar, porque si lo sabemos cogemos a nuestras familias y nos vamos”, afirmó sobreviviente de la masacre a un medio local.


La comunidad, 20 años después, sigue herida, como lo expresó Yirley Velasco, sobreviviente y líder social, “La calle está muy bonita, pero que pasa con la gente, con el aspecto social” porque aun cuando no se ven a grupos armados la comunidad vive con miedo.


Sin embargo, al panorama nacional vuelven los ecos de una guerra que parecía cesar, este fin de semana las comunidades del bajo Cauca, Córdoba, el Golfo de Urabá y Colombia en general vivieron la zozobra de regresar aun pasado, el de la violencia y el conflicto armado; situación que alimenta un miedo en el Salado.


Son los ecos de un sonido cada vez más audible, pues en veredas, pueblos y municipios está se han presentados grupos al margen de la ley sembrando desasosiego que llega hasta el Salado; Y es que las comunidades son quienes hacen a los lugares, y he ahí la necesidad de ser reivindicados y apostarles a iniciativas sociales que hagan comunidad desde la practicas sociales culturales en las que se sana.


De aquel entonces, 750 personas quedaron en El Salado como símbolo de resistencia. Muchos más han vuelto luego de pasar por ciudades como Barranquilla y Bogotá para arrebatarle al miedo la posibilidad de volver a empezar y apostarle a una comunidad en la que se respire paz.

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