Jaime de la Cruz, no recuerda el momento exacto en el que empezó el arte, quizá porque sus memorias están ceñidas al polvillo que sale de la madera cuando la están lijando, al sonido abrazador del torneador y al olor leñoso que a través de los años se mantiene intacto.
Al final de la calle principal del barrio los Carruajes, en el municipio de Galapa, una casa pasaría inadvertida de no ser por el letrero de “Taller artesano” que la legítima como nicho cultural de donde sale verdaderas obras de arte.
Al pasar el umbral de la puerta que lleva al taller, sin necesidad de subir al cielo dejas la tierra para caminar sobres las nubes. Éstas tienen una textura suave, pero al tiempo corrosiva ligada a todas las tonalidades de marrón que puedan existir. El aserrín te hace levitar.
El taller está atiborrado de piezas de madera, troncos y formas inconclusas que se entremezclan con los tornos, el esmeril, la sierra y el talador. Las láminas de zinc le dan la forma al techo, sin embargo, donde muere el sol reposa un polisombra negro que cae cuan velo del cielo.
Pocas son las sillas en el espacio, quizá porque la labor del artesano no escatima esfuerzos para dar por finalizada una pieza, en especial Jaime, quien le ha dedicado parte de su vida en la elaboración de utensilios de la cocina como platos, cucharas y vasos, así como los objetos de la oficina.
Sin embargo, para llegar a la figura antropomorfa unida al vaso o al portalápiz primero se adquiere la madera, para este tipo, la madera de 'campano', luego pasa por los tipos de tornos con los cuales le van dando forma con el apoyo de las espátulas o formones de metal que, de acuerdo a la punta quita la madera.
“Tenía más o menos 12 años cuando mi padre me enseñó a tornear. De ahí, pasé de una elemental a una industrial, me especialicé en el colegio en carpintería y dibujo técnico. La vida me fue llevando a la ebanistería, sin embargo, las artesanías siempre me han dominado”, afirma Jaime, mientras su dedo índice dibuja la parte superior del formón tipo gubia y añade, “Las artesanías me han dado todo”.
Lo que ha significado desde su quehacer y su proceso, es una oportunidad para redimensionar la labor del artesano, pues muchos llevan la personificación de máscaras y personajes del Carnaval a través de la talla de madera manual.
Sus ojos brillan y en tono emocionado dice: “Ayer hice unos tacones”, me quedo analizando y me pregunto a mí misma ¿Cómo hizo unos tacones?, y como si escuchara mis pensamientos explica: “A un pedazo de madera le di la forma de ovalo, lo lijé y le fui haciendo zic zac” hace una pausa y continua “Quedaron lindos”
Se le ve tranquilo, tal vez porque durante su existencia ha hecho lo que le apasiona, formando con su ejemplo una dinastía artesana que va creciendo con el pasar del tiempo.
“Tengo 10 hijos y todos han ido aprendiendo, de ellos, 9 son artesanos” asegura Jaime de la Cruz y concluye: “Llevan la tradición galapera garantizando el legado familiar”.
Comments