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El aliento de Dani Martínez o La épica del gregario

Lo poco que sé de ciclismo se lo aprendí a uno de mis escritores favoritos, Dino Buzzati, que afirmó tampoco saber mucho acerca de ciclismo. A Buzzati, que ya entonces era uno de los escritores más prestigiosos de Italia, el Corriere della Sera lo mandó en mayo de 1949 a cubrir el Giro. El cubrimiento consistió en el envío diario de una crónica sobre cada etapa de la carrera, en la que los contrincantes máximos eran Gino Bartali y Fausto Coppi, así como en la edición de este año lo fueron, aunque con menos tenacidad, Simon Yates y Egan Bernal, que acaba de ganarla.

Daniel Martínez al frente de Egan Bernal. // MARCA

Del Giro, a Buzzati le impresionaron varias cosas. Una de ellas fue la figura del gregario, que son esos corredores que les ayudan a los jefes de fila a conseguir el triunfo. Circunstancialmente, los gregarios le dan comida o bebida a su líder, se ubican delante de él para que el roce del viento le sea más leve, le abren paso entre el pelotón, desbaratan estrategias rivales. Trabajan fuerte, pero acaban las competencias al margen del reconocimiento del gran público. Sobre uno de ellos, escribió así Dino Buzzati:


Qué fácil es soñar esta noche, a bordo del gran barco iluminado. ¿Por qué contentarse con una etapa? […]. Acostado en la litera, sonríe, victorioso y vengado, aquel que nunca llegará de primero, el “proletario” de la carretera, el fiel esclavo, el humildísimo. Aunque podría ser que no. Podría ser que incluso estas fantasías le estuvieran prohibidas y que aun en sueños no deje de ser un pobre gregario; podría ser que simplemente duerma con el abandono de un animal, cansado por el largo camino recorrido y aún más por el que le queda por recorrer. Porque sabe que no tiene esperanza.


Si bien no suelen aparecer en las portadas de los medios, un gregario del Giro 2021, el colombiano Daniel Martínez, protagonizó varias esta semana que pasó. Faltaban 2 de los 193 kilómetros de la etapa 17 y Egan Bernal, capo del Team Ineos, estaba disminuido: no había podido responder a los ataques de Simón Yates, tercero en la general. Dani Martínez se le arrima entonces a su líder y compatriota, le grita que le meta güevas, le hace gestos de coraje y lo acompaña hasta la línea de meta, en Sega di Ala. Al final, Yates se fue adelante, y, si bien el tiempo que perdió Egan con respecto a él (52 segundos) no fue poco, pudo ser mayor de no haber estado el gregario para darle aliento y hacerle compañía. Terminada la etapa, Egan llamaría a Dani su “ángel guardián”. Martínez también fue clave en las secciones restantes de la vuelta.


Hay quien dirá que los gregarios, en el sentido más laboral de la función, no son personajes trágicos: que reciben un sueldo, a veces no despreciable, por su tarea secundaria. No sé si esa circunstancia reduzca o anule la tragedia. Dejando de lado cuestiones vagas y problemáticas como la voluntad o el destino, ¿no es tragedia la de un obrero cualquiera que, también con miras en su contraprestación, se pone la carga en el hombro para, en últimas, servir a un propósito que a menudo no es el suyo, sino el de su patrón o, si hemos de ser más abstractos, el del capital?


Sin embargo, cada juego tiene sus lógicas inmanentes que pueden ser leídas con independencia del sistema que las contiene. Vistos en esa inmanencia, los gregarios son competidores que se preparan para perder o, dicho de otro modo, para obtener una satisfacción que no exige la confirmación del triunfo personal para la validación del esfuerzo. Decía Borges que la derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no conoce.


Ayer se acabó el Giro 2021; ganó Egan. Por varios días se hablará de él, de la historia que hizo y que seguramente seguirá haciendo. Esta nota fue para hablar un poco sobre los otros: sobre los gregarios y Dani Martínez.


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