El hoy por hoy del pueblo se resume en una cuarentena cargada de esperanza, con la mirada puesta su santo; esperando pacientes para que un día, en el reencuentro, no falte nadie y los que un día se fueron, regresen.
Una de las tantas casa del Ébano // Fotografía: Ángela Pertuz
Por: Ángela Pertuz
Besado por el sol y abrazado por el verde de la vegetación, así es el Ébano, una vereda del municipio de Los Córdobas, en el departamento de Córdoba.
Ahí, lo tradicional cobra vida de manera casi mágica; son alrededor de 12 manzanas de casas que se conectan con la calle principal que nace de la vía Montería-Arbolete y atraviesa la quebrada; es la única acera pavimentada y rodea lo que de manera funcional es la plaza principal y la cancha, en dónde los niños y jóvenes alternan sus tardes entre el softbol y el futbol.
Plaza principal y cancha del pueblo // Fotografía: Ángela Pertuz, Video: Cortesía Caminar sus calles resulta abrazador porque parece que se estuvieran caminando por senderos que fueron ya escritos por Gabriel García Márquez cuando describe a Macondo, pues sus casas son, en su mayoría, de techo de paja y una que otra de bareque y tablas. Y ¿qué decir de su gente? probablemente, lo mejor que tiene el pueblo.
Calles del pueblo // Fotografía: Ángela Pertuz En él, se habla de una piedra mágica, que si la pisas no te vas, y si te vas, tu alma queda arraigada a aquella vereda, tanto que sientes la necesidad volver; pero después de ver el ocaso del sol varias tardes te das cuenta que la piedra mágica que te ata son las personas que con su humanidad y calor te hacen sentir ebanero. A muchos les ha tocado irse del pueblo y aventurarse a tierras desconocidas por un mejor futuro, pero siempre vuelven. “Ahora la misma gente del pueblo les prohíben el paso y si llegan, los discriminan", expresa Elena, una joven que vive en Montería, pero su corazón le pertenece al Ébano, lugar donde late de manera distinta. Marina Flórez, abuela de Elena, vive en el pueblo desde que tiene consciencia; la misma, que desde niña fue inculcada en devoción a la que llaman, la Ánima del Ébano.
El Ánima del Ébano, en procesión en las fiestas patronales del pueblo // Fotografía: Marina Flórez "Gracias a Dios el virus no ha llegado a la Ébano, pero tenemos miedo que así sea, por eso nos aferramos a Dios y al Anima del Pueblo; siempre en mis oraciones le pido por nuestra gente, porque él, la Ánima, es muy milagroso" expresa Marina, una mujer entrada en años que ha sido testigo de su poder, pues como asegura Elena, su nieta "A una prima se le quemó su hijo pequeño con una mazamorra caliente; tan grave fue el incidente que llegaron a buscar al niño en helicóptero y mi prima, confiando, se lo encomendó al Anima del Pueblo. El niño se salvó". Como esta historia, milagros y salvaciones rodean a la Ánima del Ébano, quién cómo lo expresan los ebaneros, los protege. Estos días han sido de recogimiento y fe, pues se ha vivido una Semana Santa nada parecida a las acostumbradas; "para esta época siempre se escuchaba la Chicharra, un pajarito, y es la hora y nada" asegura Marina con un suspiro y añade "los tiempos ya no son los mismos". Los días se pasan y cada ebanero, guarda en su casa esperando a que todo pase, sin embargo, su esencia como pueblo sigue, a medias, pero sigue... "Por ahí pasa el vecino y me saluda - wejee Marina - y lo respondo - Ohhhh vecino - como normalmente lo hacemos aquí en el pueblo, pero cuando nos encontramos en las calles, guardamos la distancia" expresa Marina.
Jardines en las calles del Ébano // Fotografía: Ángela Pertuz El ocaso del sol y el aroma del café en las mañanas del pueblo se sigue disfrutando, pero de una manera distintas, con un poco nostalgia que es apaciguada por la esperanza.
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