Fachada de la Uniautónoma. | Cortesía de la universidad.
Texto tomado del portal Corrupción al día (corrupcionaldia.com)
Carta abierta de docentes de la Universidad Autónoma del Caribe: “Ramsés, no perteneces a este mundo…renuncia”
Por: Seis docentes indignados Ramsés, no podemos creer en ti. No podemos creer a pesar que, cuando se anunció tu llegada a la rectoría de la Universidad Autónoma del Caribe, llegamos a pensar que serías la salvación de este sagrado recinto del conocimiento. Y es que, no me tocaba otra, que suponer que harías los movimientos de un rector de verdad verdad y reconstruyeras tu nombre. Un nombre que se escucha con escalofriante frecuencia por los pasillos de los juzgados. O se lee en los expedientes, y no precisamente como hacedor de la honradez y altruismo. Ramsés no podemos creer en ti. Y te daremos sólo algunas de nuestras razones: No tienes talla de rector. Si por perfil fuera, estarías en otras latitudes. Dentro de los muchos estudios que se han adelantado acerca de lo que representa un rector para un recinto universitario, todos exigen –como mínimo- ser un hombre probo, de excelsas virtudes intelectuales. Con una hoja de vida abierta a cualquier escrutinio. Sin temores al auscultamiento. Un rector no se construye con ropa de marca, tabacos habaneros y una nube de guardaespaldas a tu alrededor. El rector debe ser un modelo de ciudadano. Con una reserva moral capaz de enfrentar sin más armas que su don de gentes, cualquier ataque que ponga en riesgo a su entorno. Entendimos que no podíamos creer en ti el día que pretendiste manosear a nuestra insignia viviente Carlos “El Pibe” Valderrama. Como tú lo habías contratado para explotar su imagen, para posar abrazándolo en los medios de comunicación de Barranquilla, que han amangualado tu plan, creíste posible imponer tu falsa credencial moral regañándolo en público por su forma de hablar. O sea. Como lo contrataste, creíste que podías caminar sobre su honorabilidad, como has pisoteado la dignidad y los buenos hábitos de nosotros los docentes. “El Pibe”, (este si con credencial moral de alto peso), en una más de sus jugadas maestras sólo te dijo una frase. “Si pero yo no soy rata”. Y te dejó desarmado. No tuviste el más mínimo atisbo de dignidad para responderle. Y tú estabas jugando en tu propio campo. Si tu fueras un hombre íntegro, probo, con solvencia moral, y hubieses dejado en alto tu honra, fueras nuestro ídolo. No fuiste capaz de contestar. Creo que no tienes moral para mirar a los ojos a un hombre honesto como nuestra dorada estrella del futbol. Ese día, dejamos de lado la mínima posibilidad de creerte. Ese día, entendimos a que nos enfrentábamos en la universidad Autónoma del Caribe. Lo conversamos entre los compañeros docentes. Y todos tienen el mismo sentimiento de vergüenza pública. Y nos dimos a la tarea de averiguar. Diego Espinoza esbozó en su texto “El Perfil de un buen rector” las virtudes que debe tener un hombre para ostentar ese cargo. Allí, el autor señala once pilares, (todos de formación moral y académica) para acceder a semejante dignidad. En resumen, dice: “El rector debe ser ético, un buen administrador, humanista, visión de universidad (entiéndase visión social), debe hablar varios idiomas, debe ser buen investigador, debe ser un líder positivo, debe tener inteligencia emocional, debe acatar las leyes y por último debe respetar y hacer respetar el recinto sagrado que ocupa”. Permítenos dudar Ramsés que usted siquiera esté cerca de esta dignidad. Contrario a lo que expresa Espinoza en su texto, Ramsés tu has pateado una y mil veces los principios éticos de un buen rector. Todos y cada uno de los requerimientos del autor, están ocultos detrás de una imagen desgastada, cubierta por ropa de marca, perfumes finos, tabacos cubanos, paseos con compañía gris en yates, y…documentos de dudosa credibilidad. Ciertamente tú no puedes comprar una dignidad como esta sólo con dinero. Para resumir, tu no encajas en este perfil. De hecho, cada una de las acciones que acometiste como rector, va en contravía del buen concepto del doctor Espinoza. Para muestra, sólo algunos ejemplos: Manejas un programa de Comunicación Social y Periodismo y no eres capaz de comunicarte con tus profesores, alumnos, trabajadores. No has estado presente en los momentos sentidos de la academia. Tu mundo natural no es este. En cambio, si saliste dos veces a fumar tabaco a los jardines, pero más a intimidar tu estrepitoso equipo de guardaespaldas y a lucir tu ropa de marca, sin hablar con nadie. Menos a mirar a los docentes a los ojos. Otro ejemplo. La contradicción que más daño te hizo. Mandaste a uno de tus esbirros a gritar por un medio, pagado por ti, que “se va a demandar a Julio Sanchez”. Al único periodista que nos respaldó en estos últimos años en nuestro drama. Anuncias demandas contra Julio Sánchez por hacer pública la dolorosa realidad de nuestro sufrimiento. Ramsés…por favor!!! Eso es un adefesio. Primero, el líder de un programa que está formando periodistas, debe ser periodista. Y por tanto, respaldar a los periodistas. Más si estos están moliendo las verdades que nos están matando de hambre. Eso no lo puede imaginar nadie. Pregunto: ¿ Algunas de las cosas que publicó Julio Sánchez es mentira?. Sólo así se justifica esa ignominia de ordenar una demanda contra él. Acusas al periodista…pero alguna vez dijiste, o controvertiste lo que dijo Julio Sánchez. Donde está tu solvencia moral. Si tuvieras la más mínima de las razones, ten la seguridad que nosotros te apoyaríamos. Ahhh, eso sí. Contratas al abogado más costoso que hay en Colombia. Ese Jaime Granados cobra en dólares. Para pagar esa embarrada, si hay plata. Y podemos escribir un libro con las patadas que le has dado en estos últimos años a las bases que requiere el perfil de un buen rector. No eres rector. No perteneces al blanco, selecto, profundo y sentido mundo de la academia. No podemos creer en ti porque no eres de los nuestros. Hay un contrasentido. Un rector de universidad debe parecer un rector. Un rector, debe serlo, no parecerlo. Alguna vez viste a Antanas Mockus, luciendo como un mafioso, rodeado de guardaespaldas y mancillando a sus empleados. Pensando en Mockus, confirmamos una vez más que no eres de los nuestros. Otro perfil Entonces seguimos investigando y llegamos a leer el texto: “El sociópata de la puerta de al lado”, de a la sicóloga Martha Stout. Ella devela el perfil de un individuo duro, cruel, manipulador, mentiroso, que no tiene el más mínimo atisbo de remordimiento por el daño que hace. El sociópata al que se refiere la doctora Stout, tiene un encanto especial (es tu especialidad), carece de emocionalidad (no le duele el llanto ajeno), es muy inteligente para hacer el mal. Hay algo que encontramos aquí que te dibuja con una perfección fotogénica: tiene un súper ego, tiene pocos amigos (sólo los que puedes pagar), no aprende de los errores y pretende controlar todo hasta que no puede más (creo que estas en la última etapa de tu salida de la universidad). Quiero que quienes lean esta carta abierta se formen sus propias ideas. Con esto queremos dejar claro que si no te creemos, significa que no te queremos más en la universidad. Nos cansamos de ver que publiques en los medios que tu (tu, vaya que mentira) refundaste la universidad. Señor de las mentiras, cuando usted llegó la universidad Autónoma del Caribe ya era grande. Ya tenía reconocimiento mundial. Usted llegó a mancillarla. Hay un sentimiento generalizado que se convirtió en rabia. Te perdimos el miedo y por ser académicos de verdad, no hemos llegado al límite de faltarte al respeto. Decir estas verdades, es bajarte el antifaz, no es irrespetarte. Lo que hemos esbozado, puedes controvertirlo con tus verdades. Y te juramos que si tienes éxito y nos demuestras que, en realidad eres un académico (así sea un académico raro), te aceptaremos y te alabaremos por siempre, pero no…no se le puede pedir peras al olmo. Usted es otra cosa. Tienes más perfil de otra cosa Espero que cuando salga a la luz pública esta carta, ya hayas tomado la más sabia de las decisiones y por fin dejes de chupar la sangre a nuestra universidad. Eso si te lo vamos a aplaudir sería la única forma que te despidiéramos con un atronador aplauso.
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