Por Sonia Rocío Cañón
Decisiones, relaciones, experiencias, estudios, juegos, la suma de estos aspectos, y muchos más, dan como resultado la mujer que hoy SOY.
Pero en justicia y con el pecho llenito de orgullo, debo resaltar, que he aprendido a ser quien soy, no por las lecturas (ellas me han ayudado a entender los por qué) sino por las relaciones que he tenido, con aquellos seres, que, en el guión de mi historia, son personajes principales.
Con la venia de mi mamá, debo empezar a hablar de Ana Betulia Villamil, viuda de Cañón. Mi abuela paterna. La señora Anita, como le gustaba que la llamarán, me enseñó que para ser fuerte no tenía que ser hombre. Su fuerza venía de las entrañas. Y aunque su recuerdo me trae la imagen de una mujer alzando un bulto de comida en la plaza de mercado, no solo aprendí de ella lo importante que es tener fuerza física. Me refiero a la fuerza que la llevó a enfrentar su realidad. Campesina de 26 años, viuda, con 7 hijos, salió del único lugar que conocía, para vivir en Bogotá y allí, sacó adelante a sus hijos, enseñándoles el valor del trabajo y la responsabilidad. Con ella descubrí sabores, colores, olores de la cocina, descubrí que nada se desperdicia y que donde come uno, comen 10.
Aby es el otro personaje principal que hoy quiero reconocer. Trabajadora no hasta el cansancio… trabajadora sin cansancio. Hoy a sus 80 y pico años, todavía parece una hormiga. La tienes al lado y cuando volteas, ya no está. Del periódico se lee hasta los clasificados, y por supuesto escucha Caracol radio toda la mañana, y que no le quiten el programa deportivo del medio día. Abigail Roldán de Cañón, mi MAMÁ, así, en mayúsculas, llegó a Bogotá en busca de su independencia. Desde los 21 años comenzó a trabajar para ganarse la vida. De la señora Aby, como la llaman los amigos de sus hijas, aprendí el amor y la pasión por el trabajo. Aprendí a ser una mamá dedicada, a multiplicar el tiempo, a atender a los míos, y acoger a los hijos ajenos, a ser solidaria, aunque no le llego a los talones. En la casa de Aby, siempre ha habido espacio para el familiar o amigo que lo necesite.
Seguro, si me estas leyendo, a tu mente vienen las historias de esos personajes principales de tu vida. Y es que hoy somos la suma de todas las historias de mujeres, que, desde lo cotidiano, tejemos una red para todas y todos; hilada desde las cocinas, oficinas, aulas de clase, calles, redes sociales. El escenario, así como las protagonistas, varia. Pero son esas historias cotidianas, las que han inspirado los grandes cambios. Permitiéndonos reconocer la fuerza entrañable, el compromiso, la capacidad de trabajo, la solidaridad que siempre a acompañado a las mujeres.
Hoy seguimos el tejiendo, con la convicción y el compromiso de que la red es para todos y todas. Hoy se escuchan más las voces, se ven más los puños levantados, hoy la tecnología nos visibiliza y nos permite reconocer que no somos dos o tres. La invitación es a que no termine este mas de la mujer, sin que reconozcamos y reivindiquemos esas vidas que tenemos al lado. Todas hacemos historia. ¿Y tú a qué mujer reconoces hoy?
Comments