Para los pueblos indígenas asentados en la Sierra Nevada, el primer contacto sexual con la pareja define la mayoría de edad. En el caso de los Kogui, este evento decisivo está precedido por un ritual que incluye siete días de retiro, un calabazo y 50 hojas de coca (1).
(1) Esta nota está basada en el trabajo “Kogui: existimos para cuidar”, de JuanManrique, María Méndez y Juan Zea.
El hecho de la sexualidad revista tanta importancia para los Kogui y otros pueblos serranos no es arbitrario: la relevancia tiene su origen en la relación comprometida que sostienen con el territorio. En este sentido, el primer contacto sexual significa el momento a partir del cual es posible crear nuevas generaciones que se ocupen de la protección de la Sierra, pues ese es el destino de los hombres (“kággaba” en la lengua Kogui): ser los guardianes del universo.
Los preámbulos del rito
Para los Kogui, la iniciación sexual no solo representa una celebración de la madurez física, sino también mental. Todo empieza con un proceso de enseñanza que el líder espiritual, llamado Mamo, imparte a los hombres que esperan obtener el poporo.
Los hombres son conducidos a los picos de la Sierra, donde permanecen por siete noches sin poder ver la luz y sin poder consumir comida con sal; en ese retiro les enseña la importancia del respeto a la mujer y la importancia de la sexualidad.
Este mismo proceso lo atraviesan las mujeres, a quienes se les enseña la importancia del cuidado de sus maridos e hijos; también se les entrega el huso (instrumento para tejer), que debe permanecer en la casa hasta el momento del matrimonio.
El rito: un calabazo y 50 hojas de coca
La ceremonia empieza con la entrega del poporo, que es un calabacín hueco que guarda una sustancia conformada por una cal resultante de la quema de conchas de mar; esta cal es extraída con un palillo para luego ser consumida junto con unas 50 hojas de coca previamente masticadas. (Este proceso se conoce como “poporear” y de ahí en adelante será una actividad cotidiana. De hecho, el poporo llegará a ser, para el Kogui, “comida, “memoria”, “mujer”).
Al joven se le indica que el pequeño recipiente representa a una mujer. El joven se “casa” con esta compañera simbólica; la perforación del poporo es una imitación de la desfloración femenina. El palillo representa el órgano sexual masculino.
Hecho esto, hombre y mujer Kogui deben seguir los mandatos del Mamo en lo concerniente a la consumación del coito.
El acto sexual debe realizarse en sitios delimitados y no puede ocurrir en el día; el incumplimiento de esta orden pude originar infecciones y enfermedades. La unión debe, entonces, suceder noche y en un lugar determinado, que por lo general es un campo marcado con un montículo de piedras y destinado por el Mamo para este fin.
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